Las reformas ortográficas de la RAE siempre generan interés y en algunos casos controversia. Con la última reforma ortográfica realizada por la RAE se produjo un importante revuelo mediático a cuenta de los cambios introducidos por los Académicos en la ortografía de nuestra amada lengua.
La noticia saltaba a todos los noticieros y, como la pólvora, se propagó por todos los foros de internet. La RAE, poco más que en contubernio (en atención a las opiniones vertidas) con el resto de las Academias de la lengua del resto de países hispanohablantes, se proponía llevar a cabo una reforma de la ortografía.
Que según preconizaba, reportaría cambios tan insustanciales y, a su vez, biliares como la desaparición de la che o la sustitución de la denominación de i griega por ye. La polémica estaba servida; la llamada reforma ye-ye de la RAE había iniciado su periplo.
Limpia, fija y da esplendor
Desde que en 1492 Antonio de Nebrija publicará su celebre Gramática Castellana, hasta la instauración en 1714, bajo el reinado de Felipe V, de la Real Academia Española; la pretensión y vocación de todas las normas publicadas al respecto era la de fijar un bien tan común e inmaterial como era y es la lengua, de ahí que el lema que adoptara la misma fuese: Limpia, fija y da esplendor.
Durante años, la Academia fue la única institución garante de la unidad normativa de la lengua. Con la independencia, a comienzos del siglo XIX, de los países americanos, la situación comenzó a modificarse.
Aunque, si bien en todos ellos nacieron sus correspondientes academias de la lengua, hasta prácticamente bien entrada la segunda mitad del siglo XX, la RAE se arrogaba —se podría afirmar que contra natura— el dictado de las reglas normativas.
Corregida esta situación anómala, las últimas revisiones, entre otras, de la ortografía de la lengua española, se han realizado previo estudio y consenso del conjunto de las Academias.
La norma
La dificultad estriba en aunar una norma válida para todos los hablantes de una lengua en la que sienten y se expresan casi quinientos millones de personas repartidas a lo largo de veintidós países dentro de un mundo global y empequeñecido gracias a las nuevas tecnologías por la revolución que representa internet.
Acusada en no pocas veces de ser una institución mastodóntica que no hace otra cosa sino correr detrás de una entidad tan vivaz, tan contemporánea e intemporal a la vez como es la lengua.
La RAE se defiende escudándose bajo el paraguas de la ortodoxia. Su labor no consiste en trasladar o incorporar los vocablos o cambios percibidos bien al diccionario, bien a la norma. Sino, por contra, y al margen de “las modas” entre los hablantes, seleccionar aquellos que puedan tener vocación de permanencia o subsistencia.
Así como proponer las normas que consideren precisas en atención a la evolución de la lengua dentro de su prerrogativa de fijación de la misma. Porque, no nos engañemos, la lengua es un ser vivo que precisa de revisiones y cuidados.
Las reformas de la nueva ortografía
La última propuesta de modificación de la ortografía española, por un lado ha generado una inusitada polémica respecto a los cambios previstos —en comparación con anteriores reformas ortográficas de la RAE—. Pero por otro lado, ha permitido poner en boca de todos una cuestión tan importante como olvidada —y no pocas veces maltratada— como es la lengua y su corrección idiomática.
Dentro de la primera circunstancia, se han producido declaraciones y discusiones incluso entre miembros de diferentes Academias. En las que destaca la suscitada entre los presidentes de la argentina y la española, el señor D. Víctor García de la Concha. Al cual, en referencia a este último, el presidente de la argentina llegó a referirse como el Sr. Molusco Bivalvo…
Obviamente, con el jocoso afán de remarcar las connotaciones que implica la palabra concha en no pocos países americanos. O las no menos punzantes declaraciones del difunto presidente de Venezuela, Hugo Chávez, respecto a la supresión de la che, en las que apelaba a que lo llamaran “Avez”, ya que, según decía, la “che” había sido eliminada por las Academias.
También han surgido en internet grupos contrarios a la reforma y una legión de declarados insumisos a la aplicación de las mismas. Anécdotas al margen, con la reforma se ha puesto de relieve la importancia que tiene la lengua en el acervo de la comunidad hispánica.
No solo en sus aspectos formales, sino, asimismo, en su vertiente sentimental, cultural, identitaria y, por qué no, económica.
Conclusión
Respecto de los cambios introducidos en la misma, no estoy en condiciones de indicar si son o no apropiados, si son o no procedentes. Doctores tiene la iglesia y académicos la academia.
Por contra, me permito incidir en el hecho de que anteriores propuestas realizadas por la RAE no tuvieron la aceptación ni la asimilación de las mismas por parte de los hablantes. Me refiero a palabras como güisqui o bluyín que, prácticamente, nunca llegaron a ser incorporadas en la escritura del español.
Asimismo, recordaría a todos los que con actitudes gazmoñas se oponen a los cambios propuestos, que con toda seguridad ninguno de ellos escribiría fui o fue con tilde, a pesar de que antes de las reformas ortográficas de la RAE de 1959 así se hacía.
En todo caso, el tiempo dictaminará las reglas que prevalecerán y serán asumidas y aquellas que no, respecto de la anterior y hasta hace nada vigente ortografía de 1974.




La lengua evoluciona y las académias tienen que acompañarla, hasta donde puedan. Hace poco se hizo una reforma ortográfica similar en los países de lengua portuguesa, con unos cambios de lo más insólitos, pero otros acertados. Pero la gente de Portugal no quiere incorporarlos y creo que están en lo cierto, porque les han quitado la C de acção, por ejemplo, y de otras palabras con esa terminación. Ellos hablan así y escriben así. No tiene sentido que se pongan a hablar y escribir como en Brasil. A mí me sigue admirando cómo la RAE logra (si realmente lo logra) mantener el castellano unificado (¿o será sólo una manera de decirlo?). Eso de la ‘che’ me parece muy bien, por cierto. La letra es c + h… pero esa es mi opinión lusófona 🙂
Muy bien por el artículo 🙂
La gente, a menudo, es reacia a los cambios. ¿Te imaginas que todavía dijesemos farina y fermoso?
Como Lucy, te doy la enhorabuena por el artículo.