Con el comentario/análisis del soneto “Ah de la vida” de Francisco de Quevedo, vamos a indagar en el contenido y los aspectos formales de esta composición del poeta madrileño. Para ello, seguiremos los pasos que establecimos en nuestra entrada Cómo comentar un poema.
En cualquier caso, un comentario de texto no es una ciencia exacta, por lo que el orden en el que se analiza la poesía puede ser variable.
Sí que es imprescindible que el comentario incluya un estudio tanto de la forma como del contenido, y la interrelación entre ambos aspectos. En mi caso, prefiero empezar con la métrica, ya que me sirve para centrarme en el poema y su estructura. Lo que me ayuda a leer con mayor atención e ir desentrañando el sentido del contenido. Empecemos:
Análisis métrico del soneto “¡Ah de la vida!” de Quevedo
Vamos a señalar en negrita las letras que se repiten a partir de la sílaba tónica —que está resaltada en violeta—. Igualmente, separamos con el símbolo “/” las sílabas métricas.
Represéntase la brevedad de lo que se vive, y cuán nada parece lo que se vivió.
¡Ah/ de/ la/ vi/da/!… ¿Na/die/ me/ res/pon/de/? 11A
A/quí/ de/ los/ an/ta/ños/, que he/ vi/vi/do/: 11B
La/ For/tu/na/ mis/ tiem/pos/ ha/ mor/ di/ do/. 11B
Las/ Ho/ras/ mi/ lo/cu/ra/ las/ es/con/de/. 11A
¡Que/ sin/ po/der/ sa/ber/ có/mo/ ni a/dón/de / 11A
la/ sa/lud/ y/ la e/dad/ se/ ha/yan/ hui/do! 11B
Fal/ta/ la/ vi/da, a/ sis/te/ lo/ vi/vi/do, 11B
y/ no hay/ ca/la/mi/dad/ que/ no/ me/ ron/de/. 11A
A/yer/ se/ fue/, Ma/ ña/na/ no ha/ lle/ ga/do/, 11C
Hoy/ se es/tá/ yen/do/ sin/ pa/rar/ un/ pun/to; 11D
soy/ un/ fue/ y un/ se/rá/ y un/ es/ can/sa/do. 11C
En/ el/ Hoy/ y/ Ma/ña/na/ y A/yer/ jun/to/ 11D
pa/ña/les/ y/ mor/ta/ja/, y he/ que/da/do 11C
pre/sen/tes/ su/ce/sio/nes/ de/ di/fun/to/. 11D
Análisis de la rima y la métrica de “¡Ah de la vida!” de Quevedo
El poema está compuesto por dos cuartetos y dos tercetos. Es decir, la composición clásica del soneto. O lo que viene a ser, dos estrofas de cuatro versos de arte mayor en endecasílabos con rima ABBA – ABBA (los cuartetos), y dos estrofas de tres versos de arte mayor en endecasílabos con rima CDC – DCD (los tercetos).
A este respecto, es preciso destacar que el soneto es una de las composiciones poéticas más repetidas en nuestra poesía.
Introducido en el siglo XV —sin demasiada fortuna— por el marqués de Santillana en sus “Sonetos fechos al itálico modo”, tuvo que esperar hasta el siglo XVI, de la mano de Boscán y de la pluma de Garcilaso, para triunfar entre los poetas del parnaso (en) español.
Análisis de la estructura de “¡Ah de la vida!”
La estructura del poema también se adapta al modelo clásico del soneto de estilo petrarquista. En este sentido, el soneto se estructura planteando y desarrollando el tema tratado en los cuartetos. Mientras que en los tercetos se produce el desenlace del tema.
Podemos observar que el tema tratado en la poesía es uno de los temas habituales del Barroco. Esto es, el del transcurso del tiempo y la consiguiente brevedad de la vida.
De este modo, Quevedo desarrolla los tópicos latinos del tempus fugit y el vita brevis. No obstante, el poeta madrileño es el representante más destacado —de entre los barrocos españoles— del neoestoicismo —con impronta cristiana— del siglo XVII.
Así pues, en los dos cuartetos, Quevedo introduce el tema de lo rápido que transcurre la vida. Además, reflexiona sobre cómo apenas alcanzamos a ser conscientes de ello cuando ya somos ancianos.
Por su parte, en los tercetos desarrolla la consecuencia a la que nos sentencia esa fugacidad del transcurso del tiempo. Es decir, a la ínfima brevedad de nuestras vidas.
Asimismo, es de destacar el uso de los encabalgamientos en un poema en el que casi todos sus versos son esticomíticos. Igual sucede con el empleo de la bimembración, que no solo “juega” con las pausas en la recitación de la poesía, sino que además infiere en su significación.
Vamos a ampliar lo comentado profundizando en el contenido de los versos:
Análisis del contenido de “¡Ah de la vida!” de Quevedo
Como vemos, para poder realizar el comentario/análisis del soneto “¡Ah de la vida!” de Francisco de Quevedo es preciso incidir en su temática. De este modo, prestaremos atención a todos los elementos deícticos con los que el poeta madrileño construye su poesía.
Del mismo modo, es preciso hacer notar la actitud pesimista —característica del movimiento barroco— que envuelve toda la composición.
El contenido de los cuartetos
Comienza el soneto con una apelación exclamativa a la vida. Para ello, el “yo lírico” se sirve de una imitación de la expresión “ah de la casa”, o “ah del castillo”, que servía para llamar a quien estuviera en el lugar que se indica.
Si bien, como podemos observar, se acompaña este llamado de una reticencia —o aposiopesis—. Esto es, de los puntos suspensivos, los cuales nos señalan una interrupción en lo expresado. Con ello, el poeta quiere reflejar el silencio obtenido como respuesta ante su requerimiento.
De ahí que continúe con la interrogación retórica “¿Nadie me responde?”. En efecto, no hay más respuesta que el vacío.
En consecuencia, imbuido de esa sensación de vacío, el “yo lírico” empieza a reflexionar sobre su propia vida. Para ello, abandona el estilo retórico. Ya no se trata de la vida como “algo” genérico, sino de la suya. Esto se refleja en el uso de la 1ª persona de los verbos, así como en el empleo del pronombre “me” o de los determinantes posesivos “mi”, “mis”.
Por eso, también, la contundecia del adverbio “aquí” nos sitúa en el ahora de la voz lírica. Y lo hace para contraponerlos a los años ya pasados: “los antaños”. Sobre los cuales solo cabe destacar la sensación de pérdida.
A continuación, tanto la Fortuna como las Horas aparecen en su cualidad de personajes mitológicos. Así, la Fortuna —que suele estar asociado a lo positivo— se refleja con una acción agresiva, pues esta muerde la vida “mis tiempos” del yo lírico. Por contra, a las Horas es la voz poética la que en su enajenación “mi locura” —como si de un tesoro a guardar se tratase— hace por esconderlas.
A resaltar el uso del pretérito perfecto compuesto “he vivido”, “ha mordido”, que otorga cercanía a lo pasado y del presente “responde”, “esconde”, que inciden en el ahora referido con el adverbio “aquí”.
El segundo cuarteto
Comienza el segundo cuarteto en tono exclamativo. Lo que sirve al “yo lírico” para mostrar su desconcierto ante el hecho de tener la sensación de que su vida se le ha escapado de las manos sin siquiera ser consciente de ello.
Así, no sabe “cómo ni a dónde la salud y la edad se hayan huido”. Y para remarcar que es “algo” que ha sucedido sin su acuerdo, utiliza una voz media con el verbo en pretérito perfecto compuesto de subjuntivo “se hayan huido”.
De este modo, otorga a dicha expresión un matiz de irrealidad, en el sentido de que no concibe —no se cree— que ya esté viejo: ¿cuándo ha sucedido? ¿Cómo que ya estoy viejo?
De ahí, que a continuación salga de ese estupor retornando al uso del presente en los verbos “falta”, “asiste”. Si bien, lo expresado con ellos incide en el pesimismo que impregna el poema.
Puesto que es la vida la que falta, es decir, considera que su tiempo ya está vencido. Por lo que solo está presente —”asiste lo vivido”— lo que ya está pasado. Y lo que aguarda a futuro es peor todavía —”no hay calamidad que no me ronde”—. O sea, la enfermedad y la muerte.
El contenido de los tercetos
En los tercetos, Quevedo lleva al paroxismo su concepción de la brevedad de la vida. De hecho, el tiempo, en general, es el gran protagonista de estos versos. Y, en particular, el paso del tiempo de la vida de la voz poética.
Así, en el primer terceto se sirve de tres adverbios de tiempo “ayer, mañana, hoy” para representar su transcurso. Ya que estos aparecen invariablemente unidos a verbos de movimiento “se fue”, “ha llegado”, “se está yendo”.
Asimismo, esa “huida” del tiempo se personifica en el “yo lírico” a través del verbo ser: “soy”, “fue”, “será”, “es”. De esta manera, establece un paralelismo entre el tiempo y su persona. Toda vez que él es el ayer que se fue —”soy un fue”—, el mañana que aún no hay llegado —”un será”— y el hoy que se está yendo —”un es”—.
Además, remata el —genial— último verso del primer terceto con el adjetivo “cansado” para reflejar su estado de ánimo ante el fluir del tiempo.
Si nos paramos en el detalle de la distribución de este primer terceto, observamos como Quevedo juega de forma magistral con las pausas entonativas. Así, empieza con un verso bimembre que obliga a una pausa intermedia “Ayer se fue;/ mañana no ha llegado”.
Para luego correr —como la propia vida— en el siguiente verso “Hoy se está yendo sin parar un punto”. El “hoy” no para, nosotros tampoco paramos ni una coma en el verso… Y remata el terceto con un verso trimembre de tono sentencionso, que nos ralentiza —nos fatiga— en cada coma: “soy un fue,/ y un será,/ y un es cansado//”.
El segundo terceto
Aquí, Quevedo transforma los adverbios de los versos anteriores en sustantivos. El tiempo ya no es “algo” que transcurre, sino una concepción. Así “el Hoy y Mañana y Ayer” son una misma “cosa”.
Esto es, una idéntica unidad temporal en las que de modo metonímico el poeta reune —”junto”— nacimiento —”pañales”— y muerte —”mortaja”—. En donde la vida es como el suspiro que en un aleteo del corazón nos transporta de la cuna a la sepultura.
Finaliza el terceto, poniendo el énfasis en el “yo lírico”. Destaca el empleo del pretérito perfecto compuesto “he quedado”, para remarcar que lo expresado es un hecho que ya ha sucedido.
O sea, va del pasado al presente, y además al yuxtaponer el sustantivo “sucesiones” a “presentes”— su significación adquiere un matiz de continiudad, de futuro. En consecuencia, Quevedo vuelve a reunir pasado, presente y futuro en un mismo concepto, el de difunto.
Así, la vida no es más que un breve continuo morir.
Si en el anterior terceto analizábamos las pausas, en este, sin ánimo de hacer demasiado pesado nuestro análisis de “¡Ah de la vida!” de Quevedo, nos vamos a fijar en los encabalgamientos.
En efecto, el poeta los reserva para el final del soneto. Y lo hace para —a pesar de las pausas— romper el ritmo sentencioso del soneto. Lo que unido al uso del polisíndeton otorga una mayor velocidad al final del poema.
Análisis de las intertextualidades
Finalmente, para terminar el análisis del soneto “¡Ah de la vida!” de Francisco de Quevedo, podemos afirmar que en el Barroco, al igual que en el Renacimiento, los poetas no se destacaban por la originalidad de sus temáticas. Toda vez que todos repetían los mismos temas y tópicos.
En este sentido, Quevedo retoma uno de los temas más representativos de uno de sus escritores fetiche. Nos referimos a Séneca y su obra “De brevitate vitae”. De igual modo, el poeta madrileño destaca por sus composiciones poéticas de carácter filosófico. Así, poemas como “Mire los muros de la patría mía” o “¡Cómo de entre mis manos te resbalas!”, ahondan en el tema que hemos analizado.
Igualmente, en la pintura barroca eran frecuentes las representaciones que incluían el “memento mori”. Es decir, recuerda que vas a morir.
Como siempre que analizamos un poema, somos conscientes de dejarmos mil cosas en el tintero. No obstante, toda poesía es un fluir infinito del que nos permitimos atrapar algunas luces.
Por cierto, no te pierdas nuestros análisis de “Mientras por competir con tu cabello” de Góngora, el de “A José María Palacio” de Antonio Machado o el de “La aurora” de García Lorca.
En cualquier caso, más abajo puedes realizar un comentario o pregunta sobre nuestro análisis del soneto “¡Ah de la vida!” de Quevedo.