Diversas corrientes de la crítica literaria propugnaban que para comentar un texto solo era lícito analizar los elementos que formaban parte de este. Así, pretendían obviar otras cuestiones como la biografía o la corriente literaria. Pero la literatura no deja de ser vida cincelada en palabras. De ahí que sea imposible centrar el foco en el texto y dejar de lado todo lo que lo envuelve. Es lo que sucede, por ejemplo, si queremos realizar el análisis de A José María Palacio de Antonio Machado.
En efecto, si comentamos esta poesía del menor de los Machado sin atender a su intrahistoria biográfica, no podremos entender su significación. Porque toda la carga emotiva que habita en su interior reside en el conocimiento de la historia de Leonor —esposa del poeta—.
De este modo, todo análisis poético implica ampliar el foco hacia el contexto en el que se sitúa el poema. En nuestro caso, nos ceñiremos a los pasos que establecimos en nuestra entrada Cómo comentar un poema.
No obstante, un comentario de texto no es una ciencia exacta, por lo que el orden en el que se analiza la poesía puede ser variable.
Sí que es imprescindible que el comentario incluya un estudio tanto de la forma como del contenido, y la interrelación entre ambos aspectos. En cuanto a mí refiere, prefiero empezar con la métrica, ya que me sirve para centrarme en el poema y su estructura. Lo que me ayuda a leer con mayor atención e ir desentrañando el sentido del contenido. Empecemos:
Análisis de “A José María Palacio” de Antonio Machado
Vamos a señalar en negrita las letras que se repiten a partir de la sílaba tónica —que está resaltada en violeta—. Igualmente, separamos con el símbolo “/” las sílabas métricas.
A José María Palacio
Pa/la/cio/, buen/ a/mi/go, = 7—
¿Es/tá/ la/ pri/ma/ve/ra/, = 7a
vis/tien/do/ ya/ las/ ra/mas/ de/ los/ cho/pos/, = 11—
del/ rí/o y/ los/ ca/mi/nos/? En/ la es/te/pa/ = 11A
del/ al/to/ Due/ro/, Pri/ma/ve/ra/ tar/da/, = 11—
¡pe/ro es/ tan/ be/lla y/ dul/ce/ cuan/do/ lle/ga/,!… = 11A
¿Tie/nen/ los/ vie/jos/ ol/mos/, = 7—
al/gu/nas/ ho/jas/ nue/vas/? = 7a
Aun/ las/ a/ca/cias/ es/ta/rán/ des/nu/das/, = 11—
y/ ne/va/dos/ los/ mon/tes/ de/ las/ sie/rras/. = 11A
¡Oh/ mo/le/ del/ Mon/ca/yo/ blan/ca y/ ro/sa/, = 11—
a/llá en/ el/ cie/lo/ de A/ra/gón/, tan/ be/lla/! = 11A
¿Hay/ zar/zas/ flo/re/ci/das/ = 7—
en/tre/ las/ gri/ses/ pe/ñas/, = 7a
y/ blan/cas/ mar/ga/ri/tas/ = 7—
en/tre/ la/ fi/na/ hier/ba/? = 7a
Por/ e/sos/ cam/pa/na/rios/ = 7—
ya ha/brán/ i/do/ lle/gan/do/ las/ ci/güe/ñas/. = 11A
Ha/brá/ tri/ga/les/ ver/des/, = 7—
y/ mu/las/ par/das/ en/ las/ se/men/te/ras/, = 11A
y/ la/brie/gos/ que/ siem/bran/ los/ tar/dí/os = 11—
con/ las/ llu/vias/ de a/bril/. Ya/ las/ a/be/jas = 11A
li/ba/rán/ del/ to/mi/llo/ y el/ ro/me/ro/. = 11—
¿Hay/ ci/rue/los/ en/ flor/? ¿Que/dan/ vio/le/tas/? = 11A
Fur/ti/vos/ ca/za/do/res/, los/ re/cla/mos = 11—
de/ la/ per/ diz/ ba/jo/ las/ ca/pas/ luen/gas/, = 11A
no/ fal/ta/rán/. Pa/la/cio/, buen/ a/mi/go/, = 11—
¿tie/nen/ ya/ rui/se/ño/res/ las/ ri/be/ras/? = 11A
Con/ los/ pri/me/ros/ li/rios/ = 7—
y/ las/ pri/me/ras/ ro/sas/ de/ las/ huer/tas/, = 11A
en/ u/na/ tar/de a/zul/, su/be al/ Es/pi/no/, = 11—
al/ al/to Es/pi/no/ don/de es/tá/ su/ tie/rra/… = 11A
Baeza, 29 de abril de 1913
Análisis de la rima y la métrica
Según podemos observar, el poema está compuesto por una serie de versos imparisílabos —con distinto número de sílabas—. En concreto, encontramos versos endecasílabos (11 sílabas) y versos heptasílabos (7 sílabas). Asimismo, estos no aparecen ordenados ni siguen ningún patrón estrófico.
De este modo, el poeta los combina a su arbitrio, de forma libre. Estamos, por tanto, ante una silva. Además, el poema presenta una rima asonante en los versos pares, según el esquema (e-a), quedando libres los versos impares. Por lo que la silva es arromanzada o asonantada.
A este respecto, es preciso destacar que la silva se ha considerado como el antecedente directo del verso libre. Su variante arromanzada fue introducida en el Romanticismo por Bécquer. Los modernistas —entre los que podemos adscribir a Antonio Machado— la utilizaron profusamente. A la vez que añadieron nuevas variantes a esta forma métrica.
Análisis de la estructura
Si bien podemos observar que Antonio Machado distribuye los versos en estrofas, estas no siguen ninguna pauta o patrón. Así, aparecen agrupadas con un tamaño que va desde uno hasta seis versos. En consencuencia, como ya hemos comentado, estamos ante un poema no estrófico.
Es por ello que no se ajusta a una composición esquemática. Por lo tanto, hemos de establecer su estructura en función del contenido. De este modo, lo primero que resalta en la poesía es su carácter epistolar. Esto es, está escrita como si de una carta se tratase.
Así pues, ya en el título descubrimos al destinatario de la misiva. Es decir, José María Palacio. A quien se apela dos veces dentro de la composición lírica. Una al comienzo de la poesía y otra al final.
Y en lo que me permito denominar como un estilo circundante, el poeta va a realizar una petición a su amigo. En efecto, circundante porque Machado —”nuestro Antonio” por decir de Dámaso Alonso en su imperdible Poesía española— va a retrasar, a envolver la demanda que hace a Palacio mediante una serie de preguntas a las que él mismo responde.
De hecho, en atención a dicho contenido, el poema lo podemos estructurar en dos partes. Una primera, desde el primer verso hasta el verso veintiocho “¿tienen ya ruiseñores las riberas?” , en la que la voz lírica se dirige a su amigo para interrogarlo acerca del advenimiento de la primavera por tierras sorianas.
Preguntas que —como ya hemos advertido— son comentadas por la propia voz lírica. Y una segunda parte que comprende los últimos cuatro versos —del veintinueve al treinta y dos—. Es en esta parte donde se recoge la petición del poeta a su amigo y donde se condensa toda la carga emocional.
Vamos a profundizar en lo visto hasta ahora:
Análisis del contenido de “A José María Palacio” de Antonio Machado
Comienza el primer verso con un vocativo —Palacio—, a quien, además, el poeta sevillano califica de buen amigo. De este modo, lo va a incitar, a predisponer para que cumpla con una petición que quiere hacerle.
Por cierto, hablando de predisponer… no te pierdas nuestra serie de entradas sobre la manipulación en la comunicación interpersonal
Pero como ya hemos advertido en la estructura, la voz lírica —en un alarde de timidez o, más bien, dolorida aflicción— va a diferir el ruego a su amigo. De este modo, comienza a realizar una serie de preguntas a Palacio que están relacionadas con la llegada de la primavera a tierras sorianas.
Nostalgia soriana
En estas cuestiones, el poeta manifiesta de forma clara que el paisaje le es familiarmente conocido. Es por ello que tras cada interrogación, él mismo comenta acerca de lo preguntado. Como, por ejemplo, podemos observar en los versos seis: “¡pero es tan dulce y bella cuando llega,!…”, nueve: “Aun las acacias estarán desnudas” o dieciocho: “ya habrán ido llegando las cigüeñas”.
Así, vemos que alterna los verbos en presente de las preguntas “está, tienen, hay, hay, quedan, tienen…”, con los tiempos de futuro de sus comentarios “estarán, habrán ido, habrá, libarán, faltarán…”. Esto es, el poeta da por hecho cómo se encontrarán los paisajes de los que habla. Puesto que a pesar de no estar presente, los recuerda como el que conoce la palma de su mano.
En este sentido, podemos observar las emociones que afloran de las palabras del poeta y que evocan la nostalgia hacia aquellos paisajes. Esto queda claramente reflejado con el uso de los exclamativos en “¡pero es tan bella y dulce cuando llega!”, o en “¡Oh mole del Moncayo […], tan bella!”.
Asimismo, es abuntante la adjetivación “tarda, bella, dulce, viejos, nuevas, desnudas, nevados, blanco, rosa…”, también a modo de epítetos “grises peñas, blancas margaritas, fina hierba”. Lo que incide en la descripción subjetiva que la voz lírica recrea en su emotividad.
De igual modo, los sustantivos los podemos agrupar en campos semánticos que refieren a los campos —de Castilla…— y a la estación florida: “primavera, ramas, chopos, río, caminos, estepa, olmos, acacias, montes, sierras, zarzas, cigüeñas, abejas, tomillo, abril…”.
Palacio, buen amigo
En las descripciones del paisaje, el poeta sevillano ofrece algunas referencias espaciales “estepa del alto Duero, Moncayo —allá en el cielo de Aragón—”, que nos ayudan a localizarlo. Si bien, la pista definitiva la encontramos en la petición de los versos finales.
En efecto, en el verso veintisiete Machado vuelve a apelar a su buen amigo Palacio con una última pregunta: “¿tienen ya ruiseñores las riberas?”. Pero, tras ella, ya no comenta nada del paisaje. Sino que, finalmente, se decide a realizarle una petición a este.
De ahí que el primer verbo que encontramos en estos versos finales esté en imperativo: “sube”. Esto es, le pide que vaya al Espino, al cementerio municipal de Soria. Y quiere que lleve “los primeros lirios y las primeras rosas de las huerta”.
Y también quiere que lo haga “en una tarde azul”. Una tarde de primavera, de flores y de luz. Sin duda, una primavera que evoca la juventud, la vida y la alegría. Todo aquello que Leonor Izquierdo —su joven esposa— representaba para Antonio Machado.
Una primavera rota, que fallecida casi un año antes de la fecha de composición de este desgarrador poema, descansa en la tierra de Soria, en la tierra del Espino, en “su tierra…”.
En el determinante posesivo “su” se condensa toda la esencia del poema. Es otra forma de ese estilo circundante del que me he permitido hablar. En este caso, es el nombre de Leonor el que se evita pronunciar.
El poeta, transido por el dolor de la pérdida de su esposa, aún no puede afrontar el vacío de la vida. La sombra en que la muerte lo ha mecido. El frío sentir que hiela el camino de las almas. Donde su corazón dolorido anhela el calor de su recuerdo, de las flores de la vida, de la primavera soriana de Leonor…
Análisis de las intertextualidades
Finalmente, para terminar el análisis de “A José María Palacio” de Antonio Machado, podemos comentar que el poema está incluido dentro de su obra “Campos de Castilla“. En concreto aparece numerado como la poesía número CXXVI.
En este poemario se ha distinguido una serie de composiciones que se han dado en denominar “el ciclo de Leonor”, en los que se recogen poemas que expresan el desconcierto, la esperanza y el dolor del poeta frente a la inesperada enfermedad y posterior muerte de su esposa.
De esta manera, encontramos poesías como “Allá, en las tierras altas”, “A un olmo seco” o “una noche de verano”. En 1989 se encontró un manuscrito que incluía el poema “Yo buscaba a Dios un día” donde también expresa el dolor por el estado terminal de Leonor.
Como no puede ser de otra manera, nos hemos dejado elementos sin analizar. Es imposible incluir todo… En cualquier caso, esperamos que este ejemplo de comentario de una poesía os sirva como modelo de análisis.
Por cierto, no te pierdas nuestro análisis de “Mientras por competir con tu cabello” de Góngora , de “¡Ah de la vida!” de Quevedo o el de “Lo fatal” de Rubén Darío.