Cuando nos enfrentamos a un comentario de texto, hemos de tener claro el método de análisis que vamos a seguir. De este modo, adoptar un buen esquema de comentario y ceñirse a sus pasos es fundamental para obtener un resultado óptimo. Las tipologías textuales es una de las partes indispensables en cualquier análisis textual. Así, entre las distintas modalidades de texto, encontramos el texto expositivo.
Ahora bien, para aprender a diferenciar una clase de texto de otra, vamos a centrarnos en los aspectos que confluyen en un texto dado. Dicho de otro modo, si queremos saber si —por ejemplo— un texto es argumentativo o expositivo, tenemos que fijarnos en las diferentes partes que lo constituyen.
De este modo, dentro de un texto (o discurso) se materializan los siguientes rasgos:
1. Un acto comunicativo. En tanto en cuanto el emisor (quien escribe el texto—) transmite un mensaje (el contenido del texto), a un receptor genérico (cualquier persona que lea el texto). Aquí se incluye el resto de elementos de la comunicación (contexto, canal y código).
2. Un enunciado o conjunto de enunciados, que han de cumplir los requisitos de cohesión —estar bien construido lingüística y gramaticalmente—, y coherencia —tener una misma unidad temática y de sentido—.
3. El texto en sí, que se caracteriza por tener una estructura determinada, tener unos rasgos que permiten clasificarlos en unas tipologías textuales, o servirse de elementos discursivos o marcadores.
En consecuencia, vamos a analizar el texto expositivo en atención a cada uno de estos elementos:
El texto expositivo como acto comunicativo
Como ya hemos comentado, un texto implica un acto de comunicación. En el sentido de que la persona que lo escribe emite un mensaje a la persona que lo lee. De este modo, si seguimos el principio de relevancia de Sperber y Wilson, en cualquier mensaje transmitido en una comunicación, en este se incluye la intención del emisor con respecto a lo expresado.
Dicho de otro modo, cuando nos comunicamos no solo transmitimos un mensaje, sino que además en este aparece de forma implicita la intención del hablante. O sea, lo que pretende conseguir del receptor con dicho mensaje.
Así pues, todos los textos que se clasifican como expositivos van a tener una misma intención comunicativa. Que no es otra que la de informar, explicar o hacer comprender al lector acerca de un tema dado.
Dicho de otra forma, en un texto expositivo, el emisor —la persona que ha escrito el texto— va a ofrecer al receptor — el lector del texto— una serie de datos, explicaciones, o definiciones entre otras, con la finalidad de que el lector del texto obtenga una información sobre un tema dado. Por ejemplo, sobre el proceso de la fotosíntesis.
Es por ello que una de las formas más efectivas que tenemos para distinguir un texto expositivo es preguntarnos por la intencionalidad del autor: ¿me está dando información sobre algo? ¿Me ofrece una explicación sobre un tema dado? ¿La información es aparentemente objetiva y carece de opinión? ¿El lenguaje que utiliza es claro, conciso y no da lugar a interpretaciones?
Un conjunto de enunciados
Si analizamos la cohesión de un texto expositivo, este se caracteriza por utilizar un lenguaje claro, lo que implica el uso de términos concisos y la precisión de sus datos y definiciones. Toda vez que se lo que se pretende transmitir es una información aparentemente objetiva.
De este modo, los recursos estilísticos de los que se va a servir el autor de un texto expositivo están enfocados a la consecución de esas características: objetividad, precisión y claridad. Así pues, en la exposición es frecuente el uso de un estilo enunciativo, donde abunda el uso de la función representativa del lenguaje.
Objetividad
En tanto que texto objetivo, esto es, que pretende mostrar la información como verdadera, los rasgos lingüísticos van a prescindir de cualquier marca de subjetividad. De esta forma, desde un punto de vista sintáctico, es más habitual encontrar oraciones simples, o bien, compuestas coordinadas.
La subordinación también puede aparecer, supeditada a la condición de claridad. Del mismo modo, es usual el uso de las oraciones copulativas (con verbos ser, estar, parecer), en tanto que las definiciones son frecuentes en el texto expositivo.
Igualmente, los verbos van a aparecer, por lo general, en modo indicativo. Y los tiempos verbales más habituales son el presente gnómico o atemporal, o los pretéritos perfecto e imperfecto para referenciar sucesos del pasado. Como, por ejemplo, en un texto que nos explica la historia de Sumeria.
En esa pretensión de objetividad, los tiempos verbales van a estar en tercera persona. Toda vez que la primera persona es característica de la expresión del “yo”, de lo subjetivo. En cambio, la tercera persona adquiere, en este sentido, “una marca de impersonalidad”.
En consecuencia, tendremos que fijarnos en la persona de los verbos para determinar quién habla, quién se dirige a nosotros. Si en el texto encontramos alguna parte en la que un “yo” defiende una idea y quiere convencernos sobre esta, vamos a estar ante un texto argumentativo.
Claridad y precisión
Por su parte, en la coherencia de los textos expositivos, el contenido de este se va a centrar en el tema del que se pretende dar una información o explicación. De esta forma, todos los datos, definiciones, citas y otros elementos, que se nos ofrezcan, van a estar referidos a ese tema principal.
En referencia a dicho contenido, podemos observar el uso de sustantivos concretos y la ausencia de adjetivación valorativa. Toda vez que este tipo de sustantivos refieren a realidades que no están sujetas a opinión. Así, por ejemplo, palabras como hígado, riñón o intestino (si el tema trata del cuerpo humano) no dan lugar a interpretación o confusión.
De este modo, procedimientos expositivos tales como la definición, la ejemplificación, los datos y fechas, o las citaciones, van a ser elementos que otorgan al texto claridad y precisión.
En el sentido de que lo expresado en un texto expositivo busca trasladar al lector la información de forma comprensible. Asimismo, se evita cualquier interpretación de lo dicho, pues como ya hemos comentado, la pretensión de objetividad, obliga a que los recursos estilísticos utilizados en texto tiendan a la precisión.
Tipos de texto expositivo
El texto expositivo lo podemos clasificar en función del lector o público al que está dirigida la exposición. De este modo, tenemos:
Exposiciones divulgativas
Están dirigidas a un público genérico. Es decir, a personas que puedan estar interesadas en la materia, pero no son expertos en esta. Por tanto, al no estar el recepor especializado en el tema, la información se ofrece de forma más sencilla y didáctica. Puesto que se trata de que el contenido sea accesible al mayor número de personas posibles.
Exposiciones especializadas
En este caso, se cuenta con que el lector es alguien experto en el tema tratado. En consecuencia, la terminología y el lenguaje empleado solo son accesibles a personas especializadas en la materia.
La estructura en el texto expositivo
Todo texto presenta una estructura, una forma de organizarse. En el texto expositivo, la estructura más habitual es aquella en la que se incluye una introducción, un desarrollo y para terminar, una conclusión. En función de si la exposición del tema aparece al inicio o al final del texto, vamos a clasificarlos en:
Estructura inductiva: en primer lugar se expresan las ideas secundarias del texto o los datos en los que se sustenta y al final del texto se indica la idea principal que se ha desarrollado a partir de todo lo demás.
Estructura deductiva: se comienza exponiendo la idea principal y a continuación se ofrecen todas las ideas secundarias o datos que refuerzan los expuesto.
Asimismo, en el texto suele ser abundante el uso de marcadores o elementos discursivos que sirven para estructurar el texto y organizar la presentación de las ideas.
De este modo, son frecuentes los marcadores de orden (en primer lugar, a continuación, después, etc.), los explicativos (es decir, o sea, esto es, etc.), los consecutivos (es por ello, por consiguiente, en consecuencia, etc.), o aditivos (también, además, incluso, etc.), entre muchos otros.
Conclusión
En resumen, podemos decir que el texto expositivo es aquel a través del cual el autor pretende explicarnos o informarnos sobre un tema dado. Igualmente, es importante señalar que puede aparecer entremezclado con otras tipologías textuales —secundarias—, tales como la argumentación o los diálogos (un coloquio o debate).
Lo importante es fijarse en los principales elementos que componen un texto expositivo, para saber diferenciarlo del resto de las clases de textos —sobre todo del texto descriptivo, con el que se tiende a confundir—.
En breve os ofreceremos ejemplos de análisis de textos, ya que la mejor manera de afianzar la teoría es poniéndola en práctica.
Si os ha servido esta entrada o tenéis alguna duda al respecto, os animamos a que nos dejéis un comentario.