El paseo de Robert Walser es un relato de apenas setenta páginas a través del cual el célebre autor suizo nos invita a caminar junto a él por el intrincado mundo de la realidad y la fantasía.
La obra en sí merece la atención de cualquier apasionado (o aficionado) de la literatura, pero cobra mayor énfasis si se tienen en cuenta las circunstancias que rodean la vida de Walser.
Pero, más allá de esbozar una sucinta biografía del escritor suizo —que podéis encontrar en Wikipedia o similares— me voy a centrar en la luctuosa enfermedad mental (al parecer de carácter hereditario) que lo condujo a ser recluido en diversos sanatorios mentales.
Nos estamos refiriendo a la década de los años 30 del siglo XX, esto es, las condiciones de aquellos “centros de reclusión” para enfermos mentales dejarían mucho que desear.
De este modo, Walser al verse ingresado contra su voluntad en uno de estos sanatorios, para desgracia nuestra —los amantes de la literatura, me refiero— , con cincuenta años dejó de escribir, pero, en cambio, no abandonó su otra gran afición, la de pasear.
Carl Seeling
Así, cada día salía por los contornos del sanatorio a dar un paseo. Muchas veces se le agregaba su amigo Carl Seeling, que lo acompañaba en su caminar. De estos paseos y las conversaciones que entablaban, Seeling dejó constancia en unas notas que se publicarían después bajo el título de Paseos con Robert Walser.
La gran mayoría de la crítica ha considerado que se trata de la última obra del escritor suizo, puesto que Seeling se dedicó a transcribir la voz y las ideas de su amigo.
Esta digresión nos sirve para remarcar la importancia que otorgaba Walser al acto de pasear. Así en la obra nos dice en referencia a sí mismo: “Ya se sabe de sobra que pasea tan a gusto como escribe; esto último en todo caso quizá un punto menos a gusto que lo primero”.
En la literatura tenemos diversos ejemplos de escritores que buscaban la inspiración en su discurrir por las calles de grandes ciudades o, qué sé yo, entre los senderos de un bosque, pero, en cualquier caso, tuvieron a bien plasmarlo en sus obras.
Así a bote pronto —y abusando de la memoria— podría citar Hambre de Knut Hamsum, el Walden de Thoreau o alguno de los relatos de La trilogía de Nueva York de Paul Auster.
(Por cierto, hablando de Auster, no te pierdas la reseña que hacemos de una obra de su esposa, esto es, “El verano sin hombres” de Siri Hustvedt.)
El paseo
Sin embargo, El paseo de Robert Walser es más que un paseo a través de las calles y alrededores de una ciudad Suiza de cuyo nombre no es que no quiera acordarme, es que el autor no nos lo nombra.
Comienza, en cambio, la obra con la declaración expresa del escritor de dar un paseo: “Declaro que una hermosa mañana, ya no sé exactamente a qué hora, como me vino en gana dar un paseo”, y así tras esta voluntariosa afirmación, el lector se siente invitado a acompañar a Walser en su caminar.
Como buenos lectores que sois, pronto advertiréis que más allá de las descripciones, tanto de los lugares como de los personajes, que Walser va relatando de lo que va encontrando en su paseo. Así como de sus reflexiones al respecto u otros tenores, el autor va construyendo a través del juego literario el mundo que nos va presentando.
Un juego literario
Dicho de otro modo, Walser en un grandioso juego estilístico va construyendo —o reconfigurado— aquello que puede que haya visto en la realidad a través de las palabras. Y digo puede que haya visto porque en diversos momentos el autor nos deja entrever que realidad o fantasía son una misma cuestión en cuanto a la literatura se refiere.
En efecto, el lector será impelido en numerosas ocasiones por el autor, bien para que le perdone sus indiscreciones, bien para que tenga en cuenta la dificultad y las penurias de su trabajo —el de escribir—, o bien para hacer notar o anticipar alguna cuestión referida al relato en sí.
De este modo, conforme avanzas en la lectura tienes la sensación de que Walser se está dirigiendo a ti en persona, lector, para transmitirte sus sensaciones, sus ideas. Sientes como te muestra la forma en la que va construyendo y desgranando los entresijos de su propio relato.
Porque El paseo de Robert Walser es eso, un paseo por la creación literaria, una invitación a acompañarlo en la construcción del relato. Así, nos dice: “Quizá un autor nunca haya pensado en el lector, de manera constante, tan tierna y gentilmente como yo”. Desde luego, no se podría hacer de mejor manera…
Vida contada
Palabra a palabra nos va transportando en su paseo por un mundo real, por un mundo imaginado, en el que sientes la magia y el poder de las palabras para configurar espacios, situaciones, personajes, en definitiva, la vida.
Porque la literatura no es otra cosa que eso, vida contada. Y Walser bien nos hace ver que sabe de ambas cosas, de la vida y de la escritura. Abundar en el análisis de esta obra sería ocioso, puesto que pocas veces un relato dice tanto en tan pocas palabras.
Es por ello que fervientemente te invito a que leas El paseo de Robert Walser. Son setenta páginas (en la edición de Siruela que he usado, en otras serán menos), sí, leer siempre ha de ser un acto libre y voluntario, pero yo solo te digo que en tu mano está el perderte esta genialidad…
Porque como él mismo nos dice: “Aquello que entendemos y amamos nos entiende y nos ama también. Yo ya no era yo, era otro, y precisamente por esto otra vez yo. A la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer que quizá el hombre interior sea el único que en verdad existe”. Y con esto, yo declaro mi amor infinito por los libros. Amén.