Según el Diccionario de la RAE, las tarascadas son un golpe, una mordedura o una herida, también como segunda acepción aparece que son un exabrupto o brusquedad con que alguien contesta a otra persona. Finalmente, como término taurino recoge que son una cornada violenta.
De este modo, la intención de Pepe Caballero al asociar esta palabra con sus reflexiones, indica una clara voluntad de no dejarnos indiferentes, de golpearnos con sus cavilaciones o, en otros casos, de dejar que las palabras supuren a través de las heridas del alma. Escritas en estilo aforístico, las publicamos ordenadas de diez en diez, aquí os dejamos la tercera ronda de tarascadas:
XXI
Para el poder, el arte, en cualquiera de sus manifestaciones, es un bello envoltorio con el que intentar imponer sus ideas.
XXII
Los mejores aliados de un escritor son el olvido y la ignorancia. En efecto, el olvido de los escritores pasados y la ignorancia de cada nueva generación se convierten en la energía que propicia la aparición de nuevos artistas y farsantes.
XXIII
A los pocos meses de iniciar nuestra relación, me dijo que yo era más raro que un perro verde. No supe qué contestar, así que me limité a ladrar y a mover mi cola.
XXIV
Sentirme reflejado es lo que más miedo me da cuando me cruzo con algún idiota.
XXV
Cuando los personajes descubrieron que eran entes autónomos y que podrían tomar sus propias decisiones, los guionistas advirtieron que era el momento de cambiar la historia.
XXVI
Cuanto más perfecta se vuelve una democracia más se parece a una dictadura.
XXVII
Los poderosos no tienen ninguna ideología, solo intereses. Y entre sus principales intereses está el que tú si tengas una ideología (que ellos controlan).
XXVIII
A lo largo de milenios, los que han ostentado el poder se han aprovechado de la esclavitud para medrar y acrecentar sus riquezas. Entonces, ¿qué te hace pensar que los poderosos de ahora no hacen lo mismo?
XIX
Pasaba tantas horas en la red alimentando su identidad digital que acabo por convertirse en un meme.
XXX
Madurar me ha servido para aprender a callarme más. Lo malo es que sigo teniendo la misma cara de gilipollas que antes y, claro, la gente, aunque mis palabras no lo confirmen, sospecha…





