El silencio en la literatura narrativa es una constante. La literatura está hecha de palabras y de silencios. En la literatura se entremezcla la gramática más retórica con una mímesis de la vida —la literatura es vida recreada—. Esto es, mediante la narración retórica se crean contextos pragmáticos en los que se articula una homofonía o polifonía de voces que infieren diferentes perspectivas vitales en función de la intencionalidad del escritor.
Asimismo, como propugna la teoría de la Recepción de Jauss, el lector es una parte fundamental en la interpretación de las obras y, por consiguiente, en la significación de los silencios y de los espacios en blanco que existen en toda novela.
De ahí que, tal como indica el filósofo Emilio Lledó, «el verdadero contexto de la escritura es el lector» (Lledó, 1992: 26).
¿Sabías qué?
La teoría de la recepción es un movimiento de crítica literaria que surge de la hermenéutica y la fenomenología de los años cincuenta. Hans-Robert Jauss, Roman Ingarden, Wolfgang Iser o Hans-Georg Gadamer son algunos de sus teóricos más importantes
La teoría del iceberg
En efecto, cualquier novela muestra solo una parte de la realidad objeto de la narración y silencia todo lo demás. El universo narrativo nada más que alcanza a captar una parte de un todo —la literatura como metonimia—. Es lo que Ernest Hemingway denominó La teoría del iceberg:
“Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado. La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua. Un escritor que omite ciertas cosas porque nos las conoce, no hace más que dejar lagunas en lo que describe.”
De esta forma, el arte de narrar consiste no solo en crear, sino, sobre todo, en omitir y silenciar a través de las palabras con el objeto de que lo visible en el texto aluda a una realidad superior a la mostrada.
Es lo mismo que sucede con la fotografía o con la grabación en video; salvando las distancias, en ambas se captura un instante de la realidad que permanecerá atrapado en el espacio y en el tiempo, tal y como sucede con lo narrado en una novela.
Julio Cortazar en su relato Las babas del diablo nos muestra la relación entre el lenguaje literario y el lenguaje fotográfico; las diferentes perspectivas e imágenes que es posible recrear mediante una cámara o mediante la narración son motivo de reflexión en este cuento.
Nada más comenzar el relato se pone de relieve las distintas formas de encarar el enfoque de un texto:
“Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servirán de nada. Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna, o: nos me duele el fondo de los ojos, y sobre todo así: tú la mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo delante de mis tus sus nuestros vuestros sus rostros.”
El enfoque narrativo
Por consiguiente, cada vez que el narrador opta por un enfoque o una perspectiva está silenciando las demás. Con la fotografía sucede lo mismo, cuando el fotógrafo capta una imagen el resto de la realidad queda fuera de la misma.
En consecuencia, «el lector resulta atrapado en una inversión dialéctica: finalmente, ya no decodifica, sino que sobre-codifica; ya no descifra, sino que produce, amontona lenguajes, se deja atravesar por ellos infinita e incansablemente: él es esa travesía» (Barthes, 2009: 57).
Esto es, los silencios derivados del texto han de ser completados por el lector, que ha de dar sentido a la realidad ficcional inferida en la narración bajo el prisma de su visión subjetiva. Cortazar lo expresa en su relato:
“Creo que sé mirar, si es que algo sé, y que todo mirar resuma falsedad, porque es lo que arroja más afuera de nosotros mismos, sin la menor garantía. […] De todas maneras, si de antemano se prevé la probable falsedad, mirar se vuelve posible; basta quizá elegir bien entre el mirar y lo mirado, desnudar a las cosas de tanta ropa ajena. Y, claro, todo esto es más bien difícil.”
En definitiva, podemos afirmar, que el silencio en la literatura (y en la vida, por consiguiente) es el mundo en el que las palabras crean todo principio. El mundo de silencio y palabras que nadie mejor que Alejandra Pizarnik supo expresar en su poesía La palabra que sana:
Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprabará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.
Esperamos que te haya gustado nuestra entrada sobre el silencio en la literatura narrativa y que hayas entendido la forma en que este se inserta dentro de la creación literaria. Puedes dejarnos un comentario para darnos tu opinión al respecto.
Referencias bibliográficas:
– Ernest Heminway en su libro Muerte en la tarde. Capítulo XII.
– Julio Cortazar en su relato Las babas del diablo.
– La palabra que sana, en “El infierno musical” de Alejandra Pizarnik.
– BARTHES, Roland (2009). El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura. Ediciones Paidós Ibérica SA. Barcelona.
– LLEDÓ, Emilio (1992). El silencio de la escritura, 2ª edición. Centro de estudios constitucionales. Madrid.
Muy bonito
Emilio Lledo? Olvidó los acentos en el tintero?
En efecto, Jaume, las tildes se fueron de vacaciones… Gracias por el aviso. (Errare humano est.)