La lengua dentro de su propia estructura configura un espacio para el silencio, es lo que denominamos el silencio gramatical. Este se va a configurar de diversas formas, bien afectando a la estructura sintáctica, bien a través del empleo de figuras retóricas que implican silencio. Vamos a explicarlas:
La gramática es el marco lingüístico a través del cual se estudian los principios y las reglas que facilitan el uso y la comprensión del lenguaje. Como parte integrante del lenguaje humano, el silencio también forma parte de la gramática. De esta forma, «el silencio gramatical consiste en la omisión de elementos que si estuvieran presentes harían pensar en otro significado, distinto al que se corresponde con su ausencia» (Grijelmo, 2012: 127).
Así pues, hay elementos significativos en el empleo del silencio que no dan lugar a una interpretación subjetiva por parte del receptor, «puesto que los significados que se alteran están tasados: son indubitables y responden a una codificación establecida de antemano (las normas de la Gramática, que a su vez ha codificado las reglas que los hablantes se dan a sí mismos de forma espontánea)» (Grijelmo, 2012: 127-128)
En el plano sintáctico el empleo o no de un elemento condiciona el sentido de la frase, en consecuencia, por norma general, todo elemento presente es significativo o expresivo y, al contrario, la ausencia de un elemento modifica el sentido de la frase. En efecto, la sintaxis impone algunos de los silencios existentes en el lenguaje, para explicarlos vamos a seguir los planteamientos de Grijelmo (Grijelmo, 2012: 128-133):
La ausencia o presencia del artículo
La presencia u omisión de un artículo en una frase puede implicar la modificación del significado de la misma. Así, si analizamos las frases: «Juan se ha ido en la moto», «Juan se ha ido en una moto» y «Juan se ha ido en moto», podemos determinar las distintas informaciones que extraemos de las mismas en función del artículo.
En la primera frase, el artículo “la”, nos indica que los interlocutores conocen en qué moto se ha ido Juan; por contra, en la segunda frase sucede lo contrario, los interlocutores no saben de qué moto se trata, es “una” moto cualquiera.
Finalmente, en la tercera frase se omite el uso de artículo, por lo que en este caso no es relevante la moto en sí, sino el medio de transporte elegido por Juan para marcharse. Como vemos, la omisión del artículo modifica el sentido de la oposición entre una moto conocida o no, por la oposición entre un medio de transporte u otro.
La omisión del artículo puede implicar diferencias de significado de más amplio calado como, por ejemplo, en las frases: «Pocos asistentes al concierto lo pasaron bien» y «Los pocos asistentes al concierto lo pasaron bien».
En la primera frase el adjetivo indefinido “pocos” nos indica que de todos los asistentes al concierto, tan solo un número reducido de ellos disfrutó del concierto. En la segunda frase, el uso del artículo delante del adjetivo indefinido, modifica el sentido del mismo al otorgarle la significación de un grupo reducido de personas que asistieron al concierto y que lo pasaron bien.
La ausencia o presencia del sujeto:
La gramática del español, debido a la economía del lenguaje, propicia que en determinados contextos sintácticos los pronombres personales puedan ser suprimidos sin que por ello se vea afectado el sentido o la corrección de la frase.
En efecto, si analizamos las frases: «Yo estudio lingüística» y «estudio lingüística», observamos que no existe diferencia en la información que nos transmiten ambas frases, así como que no difieren en el plano gramatical, puesto que en la segunda frase el sujeto «yo» está implícito en la persona del verbo.
De esta forma, la economía del lenguaje prefiere el uso de la segunda frase toda vez que el sujeto «yo» de la primera no aporta significado. Sin embargo, en el caso de que la presencia del pronombre si añada un significado adicional, su uso es correcto, porque bien añade un significado enfático o bien añade un significado de oposición.
La ausencia o presencia de la reiteración:
En la lengua se censura la duplicación innecesaria de elementos que no aportan significación. De esta forma, el empleo de reiteraciones o pleonasmos, más allá de su uso como recursos estilísticos, van a estar considerados por la norma culta como errores que interfieren o dificultan el proceso comunicativo y, por consiguiente, se han de silenciar.
El empleo de frases como: «subir para arriba» o «bajar para abajo» se pueden considerar solecismos puesto que afectan a la economía del lenguaje. Subir implica que sea siempre hacia arriba, no se puede subir hacia abajo, por lo que cualquier añadido al verbo en ese sentido se convierte en una duplicación innecesaria para la comunicación.
Es por ello que «el primer valor del silencio gramatical consiste en atrapar para sí todo aquello que no añade información a lo que se comunica» (Grijelmo, 2012: 132).
No obstante, como ya hemos indicado, si la reiteración se convierte en un recurso estilístico es aceptada por la gramática si añade información o expresividad, tal y como sucede con elementos retóricos empleados en la lengua. Por ello, vamos a analizar en el siguiente apartado el silencio en la retórica.
Esperamos que os haya quedado claro como el silencio gramatical se integra en la lengua. Si tenéis alguna duda, no dudéis en dejarnos un comentario al respecto.
Bibliografía:
GRIJELMO, Alex (2012). La información del silencio. Cómo se miente contando hechos verdaderos. Santillana Ediciones Generales SL. Madrid.





