En la nuestra anterior entrada sobre la manipulación, afirmamos que toda interacción comunicativa está motivada por el interés. si bien, matizamos que dicho interés abarca un amplio espectro en el que se incluye desde los propósitos más filántropos y loables hasta los más espurios y deleznables. Con la manipulación en la comunicación interpersonal (2ª parte), vamos a incidir en nuestro análisis.
Si bien, no es nuestro objetivo valorar a nuestros congéneres ni determinar el grado de bondad o maldad de la sociedad. Nuestra pretensión es otra. Esto es, mostrar los instrumentos que nos ofrece el lenguaje para comunicarnos con el fin de influir en nuestros interlocutores.
En efecto, los seres humanos somos gregarios por naturaleza y, en consecuencia, tendemos a vivir en grupo. Nos necesitamos los unos a los otros para ser lo que somos. Así es, vivimos en sociedad y dentro de la misma accedemos a nuestra acotada individualidad.
El lenguaje humano es una facultad innata a nuestra especie, pero solo se desarrolla mediante el aprendizaje de una lengua dentro de un contexto social y cultural.
De esta forma, nuestra capacidad y forma de expresión se va a ver condicionada por diversos factores de naturaleza social, tales como la educación, la extracción social, la edad o el sexo, entre otros.
Esto es un hecho incontestable que va a condicionar no solo nuestra manera de comunicarnos, sino también nuestra adscripción a determinadas concepciones sociales.
Por consiguiente, a la hora de establecer las relaciones personales y de interactuar con nuestros semejantes, el lenguaje se va a adaptar al contexto en función de unas variables que pueden afectar, en mayor o menor grado, a nuestra vulnerabilidad a ser influenciados o manipulados por los otros, o a beneficiarnos en el caso de que seamos nosotros los manipuladores. Vamos a desarrollar estos factores:
La jerarquía
«Define la relación “vertical”, y refleja la posición de los interlocutores dentro de la escala social en función del poder relativo de un participante con respecto al otro» (Escandell, 2011: 259).
Es decir, mediante la jerarquía se observa la estratificación social donde las relaciones que se establecen entre los interlocutores pueden presentar una igualdad entre participantes que ocupan un mismo nivel en la escala social —lo que daría lugar a una relación simétrica— o, por contra, relaciones en las que los individuos tienen una posición diferente en la escala social —relación asimétrica—.
Por ejemplo, no es lo mismo cuando hablas con un compañero de clase o de trabajo que cuando lo haces con un profesor o con tu jefe. El tono y la forma de expresión, seguramente, van a variar en uno u otro caso.
Edad, sexo y clase social
La jerarquía está condicionada por las características propias de cada interlocutor, tales como la edad, el sexo o la clase social. De esta forma, cada uno de estos factores tiene unas características inherentes que supeditan la interlocución dentro de un marco diferente.
Así pues, la edad se convierte en un factor relevante en cuanto a la verticalidad de la relación interpersonal. En consecuencia, la diferencia entre los jóvenes y las personas adultas se refleja en el habla en tanto en cuanto los niños y los jóvenes —en menor medida— son a menudo silenciados en sus argumentos e interlocuciones por la superioridad impuesta por los adultos.
Merced a las posiciones más altas que ocupan en la escala social y la dependencia de los jóvenes con respecto de estos, así como del establecimiento de los roles de educador-educado o de la variable experiencia frente a inexperiencia, donde los jóvenes son tratados como iniciados que han de callar frente a la autonomía y superioridad de los adultos.
Este factor es el que condiciona la influencia de nuestros progenitores sobre nosotros, es decir, la mayoría de nuestras ideas y formas de actuar nos han sido inculcadas por nuestros padres. Por tanto, el entorno familiar se va a convertir en un gran foco de influencia y en muchos casos de manipulación.
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El sexo
Es otro factor que hay que tener en cuenta en las relaciones interpersonales. Las diferencias en el habla de hombres y mujeres se han abordado desde ámbitos como la sociolingüística o la etnografía de la comunicación.
Los datos aportados por estas disciplinas son concordantes en que (Casado, 2011: 42-43):
- Las mujeres utilizan con más frecuencia formas prestigiosa y cultas que los hombres en cualquier nivel lingüístico, por lo que, en general, tienden a autocorregirse y evitar el uso de palabras malsonantes.
- Las mujeres respetan más los turnos de habla y participan de forma más ordenada y coherente en las conversaciones. Intervienen en las conversaciones creando relaciones de solidaridad, mientras que los hombres lo hacen con relaciones de poder. Asimismo, si la mujer introduce un nuevo tema en la conversación con un hombre, este tenderá a rechazarlo y continuará hablando; si el que cambia el tema es el hombre, la mujer lo acepta.
- Las mujeres utilizan mayor número de marcadores discursivos, o formulan preguntas de confirmación al final de los enunciados para solicitar acuerdo y consenso.
- Utilizan con mayor frecuencia diminutivos con el objeto de dar fuerza expresiva, así como, calificativos apreciativos en los que desaparece el valor decorativo.
- Las mujeres emplean un léxico más rico para expresar los matices de los colores.
El condicionamiento social
De estos estudios se desprende que las mujeres están socialmente condicionadas a adoptar un lenguaje más cuidado, educado y sumiso que el exigido a los hombres.
La cultura patriarcal dominante ha silenciado a las mujeres a lo largo de la historia relegándolas en todos los ámbitos de la sociedad, lo que ha tenido repercusión en la configuración del habla de las mujeres respecto a la de los hombres.
De esta forma, el sexo se convierte en un factor importante en los mecanismos comunicativos y, por tanto, en la capacidad de influencia que vamos a tener sobre el interlocutor en función de si es hombre o mujer y viceversa.
El nivel sociocultural
Es otro factor social, que interviene en las relaciones interpersonales a nivel lingüístico, en el que confluyen la extracción social y el nivel educativo y profesional alcanzado por un individuo.
El uso de la lengua está relacionado con la estructura social, en consecuencia, la pertenencia a un nivel sociocultural u otro va a determinar un mayor o menor conocimiento de las normas lingüísticas prestigiosas y cultas.
De esta forma, y sin perder de vista que el contexto siempre será el factor determinante en la comunicación, se pueden establecer tres grupos de habla en función del nivel sociocultural (Casado, 2011: 41):
- Nivel Alto (o culto): se utilizan los recursos de la norma culta (expresión elaborada y cuidada, buena pronunciación, corrección sintáctica y propiedad léxica). Se identifica con la clase social alta.
- Nivel medio (o coloquial): se sigue la norma culta, pero de forma menos rígida; la pronunciación y la sintaxis suele ser menos cuidada y el léxico, más pobre. Es nivel propio de personas con un nivel de medio de formación.
- Nivel vulgar: se desconocen las normas lingüísticas y son frecuentes los vulgarismos. Caracteriza a las personas poco instruidas.
Los roles sociales
La confluencia de estos factores va a ser un condicionante en la atribución de los roles sociales en relación con el papel que desempeña cada uno en el grupo.
En esta dimensión, las relaciones de poder —como las que se dan entre jefe/empleado, profesor/alumno— o las relaciones simétricas —como las que suceden entre compañeros de estudio o de trabajo—marcan el contexto en el cual se desarrolla la interlocución y van a incidir en los actos verbales de cada uno de los participantes y en su capacidad de influir sobre nosotros.
Así pues, una persona con una gran capacidad de expresión puede resultar más convincente e influyente que otra cuyo dominio del lenguaje sea más pobre o descuidado.
La familiaridad
«Representa la dimensión horizontal y recoge la posición relativa de los interlocutores en lo que respecta a dos parámetros independientes de la jerarquía: el grado de conocimiento previo y el grado de empatía» (Escandell, 2011: 260).
Es decir, en las relaciones interpersonales influye el conocimiento previo que tengan los interlocutores entre sí, puesto que la relación que se establezca entre dos personas que se conocen bastante o desde hace mucho tiempo va a propiciar una conversación más cercana y familiar que aquella que se produzca entre dos personas desconocidas o con poca confianza.
Asimismo, el grado de simpatía mutuo que se pueda dar entre los interlocutores también condicionará la conversación con independencia de factores como el grado de conocimiento previo.
De esta forma, cuanto mayor sea el grado de familiaridad entre los interlocutores, mayor será la confianza entre ellos y menor será la distancia lingüística, lo que determina la elección de elementos como el léxico, las fórmulas de tratamiento, el tono o las estrategias de cortesía.
En definitiva, a mayor grado de familiaridad mayor capacidad de influencia y manipulación.
Para concluir, podemos afirmar que todos estos factores van a influir en nuestro mayor o menor grado de filiación a la expuesto por nuestros interlocutores, si bien, tal y como dijimos en el primer artículo sobre la manipulación en la comunicación interpersonal, el principal factor condicionante en la manipulación eres tú mismo.
Finalmente, invitaros a leer la próxima y última entrada acerca de la manipulación en la comunicación interpersonal que podréis leer pinchando aquí.
Bibliografía:
ESCANDELL Vidal, Mª Victoria; MARRERO Aguiar, Victoria; CASADO Fresnillo, Celia; GUTIÉRREZ Rodríguez, Edita y POLO Cano, Nuria (2011). Invitación a la lingüística. Editorial Centro De Estudios Ramón Areces SA. Madrid.





