Por lo general, cuando se estudian las categorías gramaticales, las interjecciones, ¡ay!, suelen ser las grandes olvidadas. Catalogadas dentro de las palabras invariables —puesto que no varían ni en género ni en número—, sirven para expresar emociones o sentimientos, para apelar al interlocutor, o también, como elementos formularios.
En efecto, es una categoría en la que no se suele incidir mucho en el estudio de la clasificación de la palabras. Sin embargo, aunque, a priori, puede dar la impresión de que no tienen mucho interés o complejidad… No son tan sencillas como parece.
Empezando por el hecho de que a lo largo de la historia, los lingüistas no siempre las han incluido dentro de las categorías gramaticales, ni como parte de la oración. Así pues, han sido consideradas como expresiones del alma, o equiparadas al lenguaje no verbal.
También se ha planteado que las interjecciones podrían representar una suerte de “fósil” de los inicios del lenguaje en los seres humanos. Dicho de otro modo, para algunos lingüistas las interjecciones serían las primeras palabras que los humanos empezamos a articular, equiparándolas al grito.
Y es que las interjecciones no tienen significado, tampoco sirven como elemento gramatical de la lengua. Pero, sin duda, por sí solas son capaces de contener toda una emoción o una expresión psicológica de nuestro ser.
De ahí, que dentro de las funciones del lenguaje, las interjecciones se adscribirían a la función expresiva, a la función apelativa y a la función fática. Vamos a ver los distintos tipos de interjecciones que hay, para entenderlo mejor:
Onomatopeyas
Son palabras que pretenden hacer unas traslación fonética de un sonido. Es decir, son palabras que buscan imitar un sonido. Como ejemplo, el quiquiriquí es la palabra que utilizamos para imitar el sonido del gallo.
Seguro que os vienen a la cabeza varios ejemplos más de este tipo de interjecciones: guau, miau, plum, plas, plis, etc.
Cada idioma realiza una adaptación fonética diferente para un mismo sonido. Así, la onomatopeya del sonido del gallo, como hemos visto, en español es quiquiriquí. Pero, en francés es cocorico. En inglés cock-a-doodle-doo, o kikeriki en alemán. Y no, no es que los gallos sepan idiomas…
Expresivas
Son aquellas que manifiestan emociones, sentimientos o impresiones del emisor. Ya sea, repugnancia o asco, como puf. Ya sea, cansancio o fastidio como uf. Si bien, como hemos dicho antes, las interjecciones expresan estados de ánimo.
Por lo tanto, a veces, el emisor va a adaptar la interjección a la emoción del momento. Esto es, un ay, podrá expresar tantas cosas diferentes como personas y estados de ánimo se puedan dar. Desde una queja o dolor, a un sentido irónico o humorístico.
Apelativas
Como su propio nombre indica, sirven para apelar, para llamar la atención del receptor. Esto es, se busca que el receptor nos haga caso o escuche.
Así pues, tenemos interjecciones apelativas como ¡ey!, ¡eh!, ¡chis!
Interjecciones formularias
Están consideradas como interjecciones impropias. Son las fórmulas de cortesía que empleamos cuando nos dirigimos a otro interlocutor. Es decir, saludos, agradecimientos, despedidas, etc.
De este modo, palabras como hola, buenos días, buenas, adiós, hasta pronto, gracias, de nada, etc., son interjecciones.
Asimismo, dentro de las impropias, se incluyen aquellas que proceden de otras palabras, pero que también sirven para expresar las emociones del emisor. Tenemos así, interjecciones como ¡vaya!, ¡genial!, ¡caramba!, ¡demonios!
También se incluyen dentro de este tipo de palabras los insultos, que no nos vamos a prodigar en ejemplos para que no penséis mal de nosotros, así que con un ¡joder!, cumplimos con el expediente. Además, aprovechamos y os invitamos a que leáis nuestro coleccionario de insultos.
¡Eh! Para concluir, esperamos que os haya quedado claro que son las interjecciones y cómo se clasifican. Si no es así, o tenéis alguna duda (¿hola?), os animamos a que nos dejéis un comentario (¡Ay! Nos encanta leer vuestras opiniones).