Todo buen comunicador aprende a manejar los silencios en beneficio de su discurso y, por qué no, en detrimento de sus adversarios. De esta forma, conocer los distintos usos sobre el silencio en la comunicación nos va a servir para establecer la estrategia del silencio más adecuada a nuestros fines y, sobre todo, nos ayudará a distinguir los mecanismos comunicativos de nuestros interlocutores con el fin de interpretar con el mayor éxito posible las inferencias del discurso y, en consecuencia, evitar cualquier intento de manipulación.
Este silencio estratégico se puede estructurar de diversas formas. Vamos a analizarlas:
El silencio cortés
A través de un silencio cortés que suprima toda referencia que incomode o contradiga a nuestro interlocutor, puesto que, tal y como dice el refrán, si quieres recoger miel no puedes dar puntapiés a la colmena, es decir, callar todo aquello que pueda molestar a los demás es una forma de predisponer a los otros para que se avengan a nuestros planteamientos.
A fin de cuentas, la retórica está destinada a convencer a los otros, y para conseguir dicho propósito, qué mejor que silenciar aquello que pueda resultarles ofensivo o molesto, además de que «la crítica es inútil porque pone a la otra persona a la defensiva, y por lo común hace que trate de justificarse.
La crítica es peligrosa porque lastima el orgullo, tan precioso de la persona, hieres su sentido de la importancia y despierta su resentimiento» (Carnegie, 1986: 33).
El silencio de ocultación
Otra forma de silencio estratégico consiste en la ocultación de cualquier dato o información que beneficie a nuestro interlocutor o de cualquier otro que perjudique a los nuestros. Se puede entender este tipo de silencio de ocultación como una forma de evitar cualquier digresión que nos aleje de nuestro discurso o deriven en otro debate que no nos interese.
En cualquier caso, la ocultación de datos puede implicar una manipulación o un engaño en tanto en cuanto supone un manejo interesado de la información y, por consiguiente, puede tener implicaciones éticas para el locutor.
El silencio prudente
«Si discute usted, y pelea y contradice, puede lograr a veces un triunfo; pero será un triunfo vacío, porque jamás obtendrá la buena voluntad del contrincante», esta sentencia de Benjamin Franklin (citado por Carnegie, 1986: 148) nos sirve para entender el llamado silencio prudente, que se refiere a que la mejor manera de ganar una discusión es evitando la misma.
Por ello, si se quiere tener éxito en un debate dialéctico solo hay que discutir sobre lo indiscutible, es decir, solo es conveniente argumentar sobre hechos que sean conocidos e irrefutables.
En este sentido cobra especial relevancia el silencio estratégico a la hora de seleccionar los detalles sobre los que se va a disertar, puesto que hemos de ser conscientes de que en el debate político o académico nuestros adversarios nunca van a estar de acuerdo con nuestra posición.
No tenemos que convencerlos a ellos, sino que tenemos que dirigir nuestros argumentos al público que asista al debate.
El silencio evasivo
Como hemos visto en el punto anterior, en un debate político o académico nunca vamos a convencer a nuestro adversario y viceversa, en consecuencia, hemos de evitar cualquier pregunta que recibamos por parte del contrincante a través del silencio evasivo. Esto es así porque todo lo que provenga de nuestros adversarios puede esconder una estrategia que menoscabe nuestra posición.
Por eso, en lugar de responder a la pregunta que nos formulen vamos a realizar nosotros, a su vez, otras preguntas o vamos a responder con otros planteamientos que no tengan que ver con los que nos han interpelado.
El silencio evasivo es un recurso fácilmente reconocible en las intervenciones de nuestros políticos, verdaderos maestros en el arte de contestar lo que les conviene y en la estrategia del tú más (falacia tu quoque) con la que responden a cualquier acusación que les perjudique. No está de más conocer las técnicas que estos emplean para saber cuáles son sus verdaderos manejos manipuladores.
El silencio de incitación
También es un recurso estratégico el denominado silencio de incitación, que consiste en ceder a nuestro interlocutor el máximo protagonismo en la conversación, es decir, dejar que este lleve la voz cantante con el objetivo de obtener la mayor información posible sin exponer, por contra, nuestra posición u opinión al respecto.
Este tipo de silencio bien empleado puede volver locuaz al más tímido de nuestros interlocutores puesto que consigue un efecto manipulador que lleva a la otra persona a buscar aceptación o respuesta a sus palabras y, al no obtenerla, a incidir cada vez con mayor nerviosismo y precipitación en sus argumentaciones, lo que propicia el error o la pérdida de la estrategia discursiva de nuestro interlocutor.
Son los silencios que utilizan en las empresas los encargados, entre el personal de recursos humanos, de realizar las entrevistas de trabajo; estos profesionales ceden el protagonismo a los aspirantes con el fin de obtener de ellos la mayor información posible así como encontrar cualquier contradicción o error en sus respuestas.
La mejor forma de actuar ante este tipo de silencio es responder con más silencio o formulando preguntas a nuestro interlocutor para obligarlo a abandonar su posición ventajosa.
Conclusión
Como hemos visto, el silencio se puede convertir en un recurso estratégico en la comunicación. Sin lugar a dudas, es empleado por los medios de comunicación de masas, publicistas, políticos, tertulianos, vendedores y todos aquellos profesionales que se sirven de la comunicación en su desempeño laboral, pero también es usado por cualquier persona en sus relaciones interpersonales.
De esta forma, —no nos cansaremos de repetirlo— cuanto mayor sea nuestro conocimiento acerca de los procesos comunicativos e informativos, en este caso, la estrategia del silencio en la comunicación, mayor será nuestra libertad de opinión.
Bibliografía: CARNEGIE, Dale (1986). Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. Editorial Edhasa. Barcelona.





