Todos somos, o deberíamos ser, conscientes de que nuestros políticos y gobernantes, los grandes grupos financieros y empresariales y cualesquiera otros poderes fácticos que —de forma directa o bien a través de lobbies y grupos de presión— quieren favorecer o mantener sus intereses, destinan grandes recursos económicos y humanos para ejercer en nosotros una manipulación que se adecúe a sus propósitos.
Nada mejor que los medios de comunicación (Internet, televisión, radio, prensa, etc.) para realizar dicha tarea.
En efecto, conceptos tales como: agenda informativa, líder de opinión, índices de audiencia, encuestas de opinión o, por supuesto, el de publicidad, nos indican, entre tantos otros, que existe todo un conglomerado de entidades y empresas públicas y privadas que se dedican al estudio y la gestión de la información.
De esta forma, cuando realizamos una búsqueda en Google o cuando le damos a un me gusta en Instagram, por poner un ejemplo tan cotidiano a la mayoría de nosotros, estamos enviando datos a empresas que gestionan y venden los mismos a otras empresas u organismos que los utilizaran para ofrecernos productos y servicios para nuestro consumo. O bien para analizar las tendencias de opinión que nuestros gobernantes conocen y manejan con tanto provecho.
Como integrantes de la sociedad en la que vivimos, prácticamente ninguno de nosotros escapa a dicho control. Esto es, todos, en mayor o menor medida, somos influenciados y condicionados en una u otra dirección de pensamiento y/o comportamiento.
No obstante, es una cuestión que puede resultarnos ajena o, simplemente, la aceptamos como un tema que nos afecta en un grado ínfimo y, realmente, tal vez sea así. Ahora bien, existe otro tipo de manipulación más cercana, más próxima a nosotros que sí nos afecta en nuestra vida diaria.
Las relaciones interpersonales
Y, ¡no!, no me refiero a la que puedan ejercer en menor escala los grupos políticos o empresariales a nivel local, que también. Me estoy refiriendo a la que ejercemos y sufrimos nosotros mismos en nuestro día a día con las personas que nos rodean (parejas, amistades, compañeros, familiares, etc). Porque no te engañes, tú, tú también manipulas.
¿Sabías qué?
Manipular proviene del latín <manipŭlus> que significaba puñado o manojo. Dicha acepción se trasladó al ámbito militar romano, donde se usaba para indicar un puñado de hombres a los que fuera fácil manejar por un mando. La asociación entre el significado actual y el antiguo latino mejor la dejamos en tus manos.
Así es, ¿quién de nosotros no ha intentado influir en otra persona con el objetivo de obtener un beneficio o hacer prevalecer una opinión? ¡A ver!, ¡a ver! Que nadie se esconda… Sí, reconócelo, tú también lo haces.
Pero, no nos escandalicemos. No solo es que sea lo normal, más aún, en toda interacción comunicativa entre las personas está intrínseco el interés. Es decir, desde el simple afán de establecer una comunicación en busca de amistad a la persecución de objetivos más espurios, en todos los casos, nos comunicamos por interés.
Es por ello que cuanto mayor conocimiento tengamos sobre los mecanismos empleados en la comunicación para convencernos, persuadirnos o manipularnos, más libres seremos a la hora de decidir nuestra adhesión, o no, a lo que se nos propone.
Colaboradores imprescindibles
En primer lugar, es indispensable tener claro que el principal factor que más nos va condicionar a la hora de que alguien intente manipularnos, vamos a ser nosotros mismos.
Esto se explica en nuestra predisposición a aceptar o adherirnos a aquello que se nos plantea, es decir, somos fieles seguidores a nuestras ideas y planteamientos. Puesto que estos son los pilares sobre los que hemos asentado nuestra personalidad. Y, si bien, estas ideas son aprendidas, están tan enraizadas en nosotros que las hacemos propias.
De ahí que sea casi imposible hacernos cambiar de parecer en algunas cuestiones. En cambio, esa misma fidelidad a nuestras ideas es la que puede ser utilizada por otras personas para manipularnos.
Alguien que sepa leer nuestros planteamientos y adhesiones tiene una gran herramienta para influir sobre nosotros. A todos nos gusta escuchar aquello que queremos y esperamos escuchar.
Esa es una de las claves fundamentales en la manipulación: que todos queremos creer. Pero, ¿creer en qué? En aquello que ya creemos o sentimos.
Distintas formas de manipulación
En cuanto a las formas de manipulación, decir que existen tantas como personas las puedan poner en práctica. Ahora bien, se pueden resumir en unos pocos tipos:
A) La manipulación ejercida desde el poder, como la que un padre puede realizar sobre sus hijos.
B) La manipulación efectuada a través de la adulación, muy común a la hora de ligar (ahora decidme que no…).
C) La manipulación dirigida a minar la estima de la persona mediante el ataque o la descalificación personal (sin duda una práctica que puede resultar abominable y dañina).
D) La manipulación consistente en la generación de expectativas, es la que utilizan en timos y estafas que incitan al incauto a creer en cuantiosos beneficios.
Como hemos visto, son diversas las formas mediante las cuales se nos puede influir, así que, querido lector —mon semblable, mon frère—, con tu permiso, me sirvo de una de ellas para intentar manipularte un poco con la generación de la expectativa de un próximo artículo en el que incidiré sobre el asunto de la manipulación en la comunicación interpersonal explicando los tipos de manipulación que acabamos de ver y algunas de las técnicas empleadas en los mismos. (Para leer la segunda parte pincha Aquí)






¿Y me vas a dejar así? ¡Yo quiero saber como sigue!
Lo podrás leer todo en el próximo artículo 😉