Cómo no volver a realizar una entrada con nuevos fragmentos literarios de amor, si cada vez que viene a nosotros uno de esos libros de los que yo llamo caníbales —puesto que nos atrapan por los manos y nos comen el alma y el tiempo—, vemos que el amor, de una u otra manera, se impregna en las palabras con las que vamos construyendo el relato que el libro nos quiere transmitir.
Incluso, cómo no confundir esas palabras con las nuestras, con nuestro propio relato, con nuestra propia experiencia, con la vida. Cómo no aprender o interesarse por aquello que otros han vivido antes, por lo que nos une y nos hace uno. Cómo no amar ahora y siempre. No lo sé. Que nos lo digan ellos:
“¿Quién te ha dicho que no puede haber amor verdadero, fiel y eterno en el mundo, que no existe? ¡Que le corten la lengua repugnante a ese mentiroso! ¡Sígueme, lector, a mí, y solo a mí, yo te mostraré ese amor!” (El maestro y Margarita – Mijail Bulgakov).
Ni que decir tiene, que los fragmentos que aquí os compartimos cobran toda su intensidad en el conjunto de la obra que los acoge, aun así, ¡ay!, son tan bellos.
Muchos amantes tienden a entender el amor como una lucha. Se buscan enemigos que acechen o pongan en dificultad el amor que profesan para emprender una batalla contra ellos, una batalla que los una más. Es lo que canta el señor Rochester a su querida Jane
El más verdadero amor que jamás nadie ha sentido inflama mi corazón y acelera sus latidos. Soy feliz cuando la veo e infeliz cuando ha partido. Si tarda en llegar, inquieto, se hiela en mi sangre el ritmo. Por la indecible ventura de verme correspondido, yo haría lo que no haría ningún otro ser nacido.
Por ese amor cruzaré los infinitos abismos que nos separan; del mar los hirvientes remolinos; como un salteador, yo me arrojaré al camino y atropellaré por todo lo que pueda destruirnos; obstáculos venceré; desafiaré peligros; con razón o sin razón, sin miedo a premio o castigo. Pese a la saña y al odio de todos mis enemigos, alcanzaré el arco iris detrás del que peregrino. Combatiré contra todo, sin que humanos ni divinos logren oponer barreras al triunfo de mis designios. Hasta que mi adorada los delicados deditos enlacen en mi ruda mano con eslabones de lirios, mientras con un beso selle el juramento ofrecido de acompañarme si muero y acompañarme si vivo.
Jane Eyre – Charlotte Brontë
Pero, claro, ¿quién puede vivir sin amor? Amores fundados, amores confundidos, amores dispersos, amores intensos, amores sufridos, amores vividos, amores necesitados, amores felices, amores desatados, amores que matan, amores que juegan, amores son amores…
Guillermo, sin el amor, ¿qué sería el mundo para nuestro corazón? Lo que una linterna mágica sin luz. Apenas se introduce la lamparilla, cuando las imágenes más variadas aparecen en el lienzo diáfano. Y aunque el amor no sea otra cosa que fantasmas pasajeros, esto basta para labrar nuestra dicha cuando, deteniéndonos a contemplarlos como niños alegres, nos extasiamos con tan maravillosas ilusiones.
Johann Wolfgang von Goethe – Las desventuras del joven Werther
Aunque, si le damos un matiz filosófico al asunto, el amor puede perder un poco de su magia. Bueno, va, es Schopenhauer, no se lo tendremos en cuenta, él es así…
Una vez satisfecha su pasión, todo amante experimenta un especial desengaño: se asombra de que el objeto de tantos deseos apasionados no te proporcione mas que un placer efímero, seguido de un rápido desencanto. En efecto, ese deseo es a los otros deseos que agitan el corazón del hombre como la especie es al individuo, como el infinito es a lo finito. Solo la especie se aprovecha de la satisfacción de ese deseo, pero el individuo no tiene conciencia de ello, todos los sacrificios que ha impuesto, impulsado por el genio de la especie, han servido para un fin que no es el suyo propio. Por eso todo amante, una vez realizada la grande obra de la naturaleza, se llama engaño; porque la ilusión que le hacia la victima de la especie se ha desvanecido.
Arthur Schopenhauer – El amor, las mujeres y la muerte
Céline que sabía como pocos en qué consistía esto de la vida, nos lo deja bien claro: “Es más difícil renunciar al amor que a la vida”. Quien quiera entender que entienda…
Allí íbamos a buscar a tientas nuestra felicidad, que el mundo entero amenazaba, rabioso. Nos daba vergüenza aquel deseo, pero, ¡no podíamos dejar de satisfacerlo! Es más difícil renunciar al amor que a la vida. Pasa uno la vida matando o adorando, en este mundo, y al mismo tiempo. «¡Te odio! ¡Te adoro!» Nos defendemos, nos mantenemos, volvemos a pasar la vida al bípedo del siglo próximo, con frenesí, a toda costa, como si fuera de lo más agradable continuarse, como si fuese a volvernos, a fin de cuentas, eternos. Deseo de abrazarse, pese a todo, igual que de rascarse.
Louis-Ferdinand Céline – Viaje al fin de la noche
Ahí queda eso en estos nuevos fragmentos literarios de amor. ¿Te animas a compartir con nosotros aquel fragmento relacionado con el amor que más te haya fascinado entre tus libros favoritos?



