Nietzsche, el mito
¡Soy dinamita! Una vida de Nietzsche de Sue Prideaux es más que una biografía del filósofo alemán. Es una aproximación a su figura desde diferentes perspectivas. Y es que el controvertido filósofo ha sido atacado las más de las veces, ignorado otras tantas, santificado en el altar de las inconveniencias. Rey de reyes de la duda, la sospecha y el quizás.
Y, sin embargo, convertido en una caricatura para asustaviejas del siglo pasado. Desnaturalizado, reducido a conceptos de rebelde sin causa que ponía (usar el presente se me antoja atrevido) palote a adolescentes (e) inadaptados a los que se les ofrecía un asidero para sus elucubraciones destructivas.
Un eterno retorno, un Zaratustra que así habló, un superhombre y un Dioniso victorioso frente a Apolo, pero sobre todo y por encima de todo “el Dios ha muerto”, que te elevaba a una estancia de superior conocimiento en la negación de lo establecido. Y, sin embargo, apenas profundizado, apenas leído, menos aún entendido. Eso sí, siempre citado, cumpliendo con su oficio de mito en la sombra, de catapulta de aristocráticas pretensiones. Como ya bien sabes, hablamos de Friedrich Wilhelm Nietzsche.
Odiseo encadenado
Si tuviera que usar una imagen para determinar al personaje –que no al hombre– la primera que se muestra ante mis ojos, y por encima de la utilizada por el propio Nietzsche (que en una de sus cartas se ve a sí mismo como un Prometeo que entrega el fuego a la humanidad), es la de Odiseo ordenando a sus hombres ser amarrado al palo mayor de su nave para así poder escuchar el letal canto de las sirenas. Esto es, la del hombre que elige asomarse al abismo sin importarle nada, sin temor a consecuencias, tan solo impulsado por la llamada del héroe que arriba a su destino.
Nietzsche, hombre, héroe y mito. La humana trinidad que en Soy dinamita: Una vida de Nietzsche de Sue Prideaux, esta aborda de manera meticulosa en su biografía sobre el filósofo alemán. Así, la escritora anglonoruega, de forma cronológica, y como si se tratase de una anfitriona que muestra a sus invitados su casa, una tras otra va abriendo a sus lectores las distintas estancias que dejan entrever las diferentes etapas de la vida del Nietzsche hombre, el simple mortal que se descubrió héroe liberador de cadenas, que profetizó su posterior conversión en mito.
Una vida de Nietzsche, el hombre
De este modo, con la sensación de asomarnos a un viejo álbum de fotos familiares, conoceremos al niño Nietzsche nacido un 15 de octubre de 1848, y bautizado por su propio padre –sacerdote luterano– como Friedrich Wilhelm en honor del rey de Prusia, que ostentaba dicho nombre. Dos años después nacía su hermana Elisabeth y tras esta y con otros dos años de diferencia nacería su hermano Joseph.
La muerte, por una enfermedad mental, de Karl Ludwig, su padre, a la edad de 35 años, cuando Nietzsche contaba con tan solo 4 años, marcaría la vida de toda la familia. Más aún cuando al poco tiempo se sumaría a la muerte del padre la del pequeño Joseph. Franziska, la madre, con 24 años, tuvo que abandonar la vivienda contigua a la iglesia en la que vivían, y con la escasa pensión que el gobierno le otorgó se trasladaron a vivir a Naumburgo.
La autosuperación
Educado para seguir los pasos de su difunto padre en el sacerdocio, el Nietzsche niño destacaba por sus capacidades expresivas y su fervor religioso. Es en este periodo de la infancia cuando, con once años, decide adoptar lo que él denominaría “selbstüberwindung”, esto es, la autosuperación. Consistía en una rutina de trabajo que se iniciaba a las cinco de la mañana y se prolongaba hasta la medianoche. Este método de trabajo lo acompañaría toda su vida.
A los catorce años fue seleccionado para ingresar en la Schulpforta, una elitista escuela de estudios clásicos.
De los seis años que duraron sus estudios en dicha institución se puede resaltar su talento para el latín, el griego y la escritura, sus primeras crisis de salud y el alejamiento de la religión; no obstante, con veinte años, y el aún vivo afán por complacer a su madre, se matriculó en la Universidad de Bonn en estudios de teología y filología.
Un año después, abandonaría definitivamente los estudios teológicos y el proyecto familiar de convertirlo en sacerdote para estudiar filología clásica en la Universidad de Leipzig.
En sus años universitarios descubrirá, entre otras cosas, la filosofía de Schopenhauer y el ambiente prostibulario. Además, se confirmaría como una mente privilegiada para el estudio filológico, hasta el punto de que antes de terminar sus estudios fue recomendado por uno de sus profesores para ocupar la cátedra de filología clásica en la Universidad de Basilea, en Suiza.
En 1869, al ser contratado como profesor extraordinario, la Universidad de Leipzig en la que estudiaba le otorgó el doctorado, sin realizarle siquiera una prueba a tal efecto, para que pudiera ejercer como profesor.
Nietzsche, el filósofo
Continúa Sue Prideaux relatando lo que constituirá uno de los encuentros que resultarían definitorios en la biografía de Nietzsche. Nos referimos al inicio de su amistad con el compositor alemán Richard Wagner –exiliado en Suiza en aquellas fechas–. El flamante y joven profesor universitario, embebido por el genio musical y la absorbente personalidad del autor de Parsifal, escribió su primer libro “El nacimiento de la tragedia del espíritu de la música”. Lo que supuso su incursión en la escritura filosófica y el inicio del abandono de los estudios filológicos.
Decidido a transitar por los intrincados caminos de la filosofía, tras varios años de docencia y otros tantos libros escritos como “Las Consideraciones intempestivas”; en 1879, un año después de publicar es estilo aforístico “Humano, demasiado humano”, decide abandonar su puesto de profesor de la Universidad de Basilea alegando problemas de salud. De estos años cabe destacar sus amistades con el filósofo Paul Ree, con la adinerada anarquista Malwida von Meysenbug o el profesor Burckhardt.
Soy dinamita
Liberado de sus obligaciones como docente, se centró en lo que él mismo denominaría filosofar a martillazos, esto es, su pretensión de derribar todas las ideas sobre las que sustenta la filosofía metafísica, la previa y la por venir. De este modo, se propuso publicar un libro por año, entre los que están sus obras más conocidas. Así, en 1882 publica “La gaya ciencia” donde desarrolla algunas de sus ideas más repetidas y, quizá, tergiversadas de su filosofía, obviamente, nos referimos a la muerte de Dios y al Übermensch. Estas ideas se repetirían en otro de sus libros más conocidos “Así habló Zaratustra” (1883, 1884 y 1885).
En estos años, se consuma su alejamiento y posterior rivalidad con Wagner, también se produce su encuentro con la joven rusa Lou Salomé, o el agravamiento de su ceguera y de otras enfermedades. Prosigue Sue Prideaux no solo desentrañando las vicisitudes de la vida de Nietzsche, sino que además analiza las ideas principales que este pergeñó en sus obras, conceptos como el eterno retorno, el Übermensch (superhombre), la voluntad de poder o el nihilismo son explicados en su contexto y en relación a la trascendencia y repercusión que tendrán en la filosofía posterior.
Los últimos años
Finalmente, su salud va a ir empeorando cada vez más hasta desembocar en un estado delirante que lo mantuvo postrado durante casi once años, los cuales estuvo bajo el cuidado de su madre, y de su hermana Elisabeth, que tendría un papel destacado en la manipulación de las ideas de Nietzsche. Que culminarán con la asociación de estas con el nazismo. Previo a su decadencia, se publicaron obras como “Más allá del bien y del mal” (1886), “El crepúsculo de los ídolos” (1888) o “Ecce Homo” (1889). Moriría en Weimar en 1900 a la edad de 55 años.
Para concluir, podemos determinar que la biografía “¡Soy dinamita! Una vida de Nietzsche” de Sue Prideaux es más que un simple acercamiento a la vida del Nietzsche hombre, es una guía imprescindible para todo aquel que pretenda aproximarse a la filosofía de una de las figuras más desconcertantes del pensamiento humano.