En el fluir literario de un poeta es fácil encontrar idas y venidas, requiebros y tangentes, e incluso silencios o vacíos. Es lo que sin duda sucede con la obra del genio nicaragüense. Que de la aristocrática orfebrería de cisnes y princesas, en obras como “Azul” o “Prosas profánas”, evoluciona a la introspección del terruño, de la vida, en “Cantos de vida y esperanza”. Así, de esta última obra, vamos a realizar el análisis del poema “Lo fatal” de —ya sabes— Rubén Darío.
Así, se habla de dos etapas en el modernismo. Esto es, la corriente literaria fundada por el pope nicaragüense. De ahí, que sea imposible obviar la evolución en la obra de un poeta a la hora de comentar uno de sus poemas. Es lo que sucede, por ejemplo, si queremos realizar el análisis de “Lo fatal” de Rubén Darío.
En efecto, si comentamos esta poesía sin atender a su correspondencia biográfica, no podremos valorar su significación. De este modo, todo análisis poético implica ampliar el foco hacia el contexto en el que se sitúa el poema. En nuestro caso, nos ceñiremos a los pasos que establecimos en nuestra entrada Cómo comentar un poema.
No obstante, un comentario de texto no es una ciencia exacta, más si tenemos en cuenta las particulares características del género lírico, por lo que el orden en el que se analiza la poesía puede ser variable.
Sí que es imprescindible que el comentario incluya un estudio tanto de la forma como del contenido, y la interrelación entre ambos aspectos. En cuanto a mí refiere, prefiero empezar con la métrica, ya que me sirve para centrarme en el poema y su estructura. Lo que me ayuda a leer con mayor atención e ir desentrañando el sentido del contenido. Empecemos:
Análisis del poema “Lo fatal” de Rubén Darío
Vamos a señalar en negrita las letras que se repiten a partir de la sílaba tónica —que está resaltada en violeta—. Igualmente, separamos con el símbolo “/” las sílabas métricas y con los corchetes los hemistiquios.
Lo fatal
[Di/cho/so el/ ár/bol/, que es/] [a/pe/nas/ sen/si/ti/vo/], [6+1]+[7] = 14A
[Y/ más/ la/ pie/dra/ du/ra/] [por/que e/sa/ ya/ no/ sien/te/], [7]+[7] = 14B
[pues/ no hay/ do/lor/ más/ gran/de/] [que el/ do/lor/ de/ ser/ vi/vo/], [7]+[7] = 14A
[ni/ ma/yor/ pe/sa/dum/bre/] [que/ la/ vi/da/ cons/cien/te/], [7]+[7] = 14B
[Ser/ y/ no/ sa/ber/ na/da/], [y/ ser/ sin/ rum/bo/ cier/to/], [7]+[7] = 14C
[y el/ te/mor/ de ha/ber/ si/do/] [y un/ fu/tu/ro/ te/rror…/] [7]+[6+1] = 14D
[y el/ es/pan/to/ se/gu/ro/] [de es/tar/ ma/ña/na/ muer/to/], [7]+[7] = 14C
[y/ su/frir/ por/ la/ vi/da/] [y/ por/ la/ som/bra y/ por/] [7]+[6+1] = 14D
[lo/ que/ no/ co/no/ce/mos/] [y a/pe/nas/ sos/pe/cha/mos/], [7]+[7] = 14E
[y/ la/ car/ne /que/ tien/ta/] [con/ sus/ fres/cos/ ra/ci/mos/], [7]+[7] = 14F
[y/ la/ tum/ba/ que a/guar/da/] [con/ sus/ fú/ne/bres/ ra/mos/] [7]+[7] = 14E
¡Y/ no/ sa/ber/ a/dón/de/ va/mos/, = 9E
ni/ de/ dón/de/ ve/ni/mos/!… = 7F
Análisis de la rima y la métrica
Según podemos observar, el poema adopta una variación esquemática del soneto. No obstante, entre otras cosas, el modernismo se destaca por introducir abundantes novedades en los metros clásicos. De este modo, encontramos dos serventesios de versos alejandrinos —de catorce sílabas—, en lugar de los característicos cuartetos endecasílabos.
Asimismo, el primer terceto continúa con el alejandrino, pero el segundo terceto, además de aparecer truncado —con un verso menos—, introduce distintas medidas, esto es, un verso eneasílabo y otro heptasílabo.
Por tanto, Rubén Darío innova de modo disruptivo sobre la forma clásica del soneto, adaptando el esquema de esta composición lírica a su arte. Ya que no solo se limita a transformar la medida y el esquema de los versos, sino que también ejerce sobre la rima.
A este respecto, indicar que los serventesios siguen el esquema ABAB, pero en este caso, el segundo serventesio no prosigue con la misma rima del anterior, toda vez que introduce un nuevo esquema rítmico en CDCD.
Recordar, por último, que —tal y como señala Antonio Quilis en su “Métrica española”— el alejandrino es un verso de origen francés que requiere una división en dos hemistiquios, puesto que la medida del verso obliga a una pausa entonativa. También, que en cada hemistiquio operan las reglas y licencias métricas.
Análisis de la estructura
Si bien, como hemos visto hasta ahora en nuestro análisis de “Lo fatal” de Rubén Darío, este renueva la forma del soneto, en cuanto a lo que la estructura respecta, por contra, se atiene al modelo clásico del Barroco.
En este sentido, el soneto se estructura planteando y desarrollando el tema tratado en los cuartetos —serventesios en este poema—. Mientras que en los tercetos se produce el desenlace del tema.
De igual modo, el tema introducido por el poeta nicaragüense también rezuma efluvios del sentir barroco. Me refiero a la inconsistencia vital, al caminar de nuestras vidas por la quimera de una existencia, que como en la niebla de la guerra confunde lo ilusorio con lo real.
Sin duda, me atrevo a decir, estamos ante el Rubén Darío más quevediano. Donde al pasar de la vida —¡Ah de la vida!— solo nos aguarda el tragicómico final. Asi, la duda, el miedo y la tentación se funden en el suspiro que es el vivir. En definitiva, un no saber, ni entender nada.
También encuentro quevediano el estilo esticomítico de los versos. Sin embargo, aquí lo más destacado es el brutal encabalgamiento al final de la segunda estrofa “[…] y por la sombra, y por// lo que no conocemos […]”, que rompe el tono sentencioso y nos precipita sin pausa al primer terceto enlazando desarrollo y desenlace.
Vamos a profundizar en lo visto hasta ahora:
Análisis del contenido del poema “Lo fatal” de Rubén Darío
El nombre de la poesía ya nos sugiere, nos predispone, a enfrentar una temática alejada del cristalino versar al que Rubén Darío tenía acostumbrados a sus —más que lectores— admiradores. Aunque, si bien, se da un cambio en cuanto a los temas, en la forma y el cincelado de palabras seguimos encontrando al alquimista que con su magia revolucionó la poesía de finales del siglo XIX.
Por cierto, hablando de predisponer… no te pierdas nuestra serie de entradas sobre la manipulación en la comunicación interpersonal
El contenido de los serventesios
Comienza el soneto con una gradación en la que se comparan un árbol, una piedra y el ser vivo consciente. De este modo, lo que la voz lírica confronta al respecto de estos sujetos es la capacidad sensitiva de cada uno de ellos.
Así, otorga al árbol el ser dichoso, pues su capacidad de sentir es escasa, pero más afortunada es aún la piedra porque su sensibilidad es nula. En cambio, el ser vivo es infeliz, ya que el ser consciente de su propia existencia solo le reporta dolor.
Asimismo, uno de los elementos que más me llaman la atención en este poema es el uso que Rubén Darío hace de los verbos. En concreto, en este serventesio, empieza utilizando verbos en 3ª persona, me refiero a: “es”, “siente” y “hay”.
Si nos fijamos, “es” tiene como sujeto a “árbol” y “siente” ídem con “piedra”, pero para hablar del ser vivo utiliza una construcción impersonal con el verbo “hay”. Es decir, el ser vivo consciente no aparece relacionado mediante un verbo, sino que se asocia a un sustantivo “el dolor” y lo hace usando una comparativa de superioridad “más grande que”.
De esta manera, ya desde el inicio, el poeta acentúa la impronta pesimista que rezuma toda la composición. Resaltar también la sintaxis copulativa (y, ni), que se inicia en estos cuatro primeros versos, para desatarse por completo en los sucesivos mediante un abundante uso del polisíndeton.
También despierta mi curiosidad el uso de “ser” del verso tres. Puesto que lo más lógico aquí sería utilizar el verbo estar: “el dolor de ser (estar) vivo”. En cualquier caso, su uso se relaciona con el comienzo de la segunda estrofa:
El segundo serventesio
En efecto, se inicia el segundo serventesio con la cualidad de “ser”. Ese ser que hemos asociado al dolor en los cuatro primeros versos. Puesto que, a pesar de su consciencia, en verdad, no sabe nada. Tampoco conoce que le depara su futuro: “sin rumbo cierto”.
Pero, en cambio, sí sabe que el pasado ya ha transcurrido, lo que solo puede causar temor, porque eso ya nunca volverá a ser. Además de tener otra certeza “un futuro terror…”, que como podemos observar, se acompaña de una reticencia —o aposiopesis—. Esto es, de los puntos suspensivos, los cuales nos señalan una interrupción en lo que se quiere decir.
Si bien, se recoge en el verso siguiente: “el espanto seguro de estar mañana muerto”. Donde ese “futuro terror…” ya no aparece como lejano, sino como una medida temporal tan próxima como puede ser “mañana”.
Ante ello, solo queda “sufrir por la vida” y “por la sombra” (metáfora de muerte) que invariablemente va asociada a la primera como si de su sombra se tratase.
Prosiguiendo con el análisis de los verbos, en este serventesio solo se utilizan formas no personales del verbo, en concreto, infinitivos: “ser, saber, ser, haber sido, estar y sufrir”. Lo que abunda en el carácter impersonal al que referimos la estrofa anterior y en la asociación de que “ser” es igual a “sufrir”.
Como hemos advertido antes, aquí ya se desborda el uso del polisídenton (y, y, y, y,) que nos llevará en una carrera desenfrenada hasta el final del poema. Por lo que en ese rápido discurrir, el último verso de este serventensio se precipita en un brutal encabalgamiento sobre el primer terceto.
El contenido de los tercetos
Al que salta la voz lírica sin hacer una pausa estrófica. Excediendo de este modo cualquier límite esquemático. Porque la vida avanza sin parar, como el ritmo del poema, como el sufrimiento que acecha al ser vivo.
Puesto que es más “lo que no conocemos” y más aún “lo que apenas sospechamos”. Ante eso, es fácil dejarse llevar por el abandono, por la vida disoluta —tan conocida y familiar del bueno de Rubén Darío—.
No obstante, ahí está “la carne que tienta con sus frescos rácimos”, pero de forma paralelística encontramos también “la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos”. Vida y muerte, tan unidas, tan sinónimas y antónimas a la vez.
Porque aquí, en el primer terceto, los verbos sí que tienen persona. Esto es, una primera persona del plural: “conocemos” y “sospechamos”. En la que el poeta nos incluye a todos: a sí mismo, a ti y a mí. Ahí nos amontonamos todos.
Ninguno de nosotros va a escapar, ni a la carne que nos “tienta”, ni a la tumba que nos “aguarda”, con ambos verbos en 3ª persona. Como algo que está presente ante nuestras vidas.
Cómo no pensarlo, cómo no volverse locos, quién se va a apiadar de nosotros, pobres mortales…, pues ya hemos llegado al borde de la última estrofa y todavía nos queda:
El segundo terceto
Donde a modo de epifonema el yo lírico densifica toda la angustia expresada en los versos anteriores en un terceto roto, truncado. Unos versos que rompen la anterior métrica alejandrina. Un final incompleto, inconsistente. Rematado, otra vez, con un uso del silencio comunicativo de la reticencia.
O sea, un poema que acaba antes de lo esperado, de forma incierta, como una sombra oblicua que se pierde en la mañana.
Pues en la duda de “no saber adónde vamos”, y tampoco “de dónde venimos” está encerrado todo nuestro ser. Porque en estos versos finales, los verbos también aparecen en esa primera personal del plural que no da lugar a escapatoria posible.
En definitiva, lo hermoso y lo fatal de toda vida humana, porque como dice nuestro compañero Pepe Caballero en su tarascada LI: lo más importante en esta vida es tener un fin…
Análisis de las intertextualidades de “Lo fatal” de Rubén Darío
Finalmente, para terminar el análisis del poema “Lo fatal” de Rubén Darío, vamos a hacer referencia a las intertextualidades de la poesía.
Como ya hemos comentado, Rubén Darío se pone barroco, y entronca su arte con la poesía neoestoica de Francisco de Quevedo. Del mismo modo, entre los modernistas españoles de la generación del 98 también es frecuente la reflexión sobre el fluir de la vida y el paso del tiempo. Tal y como encontramos en Antonio Machado o Miguel de Unamuno.
Por último, hacer referencia al cuadro “¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?” del pintor francés Paul Gaugain, donde pone sombras y color a esa eterna cuestión que tanto nos atenaza.
Sin lugar a dudas, nos hemos dejado elementos sin analizar. Es imposible incluir todo… En cualquier caso, esperamos que este ejemplo de comentario de una poesía os sirva como modelo de análisis.
Por cierto, no te pierdas nuestro análisis de “La aurora” de Federico García Lorca o el comentario de “A Dafne ya los brazos le crecían” de Garcilaso de la Vega.